Sobre el poder político y la desinformación informativa

Sobre el poder político y la desinformación informativa

Siempre me ha parecido espantoso el trabajo ese de ser Presidente de la República. Sobre todo en países como el nuestro, en el cual existe una vigorosa tradición centralista, tan añosa y excesiva que lleva a extremos pintorescos. Unas veces, en estos tiempos que corren, tan vulgares y burdos que es preferible no referirse a ellos, porque sucede que el afán utilitarista de quienes medran abrazados al gran poder, los lleva a presentar declaraciones carentes de todo sentido, lógico y, de repente, lee uno noticias que lo dejan perplejo.

La Secretaría de Medio Ambiente -sobre la cual yo tenía tantas esperanzas- está en un limbo dentro del cual, entre nubes de algodón, no está enterada de si algunos personajes bien conectados hacen buen o mal uso de zonas protegidas; tampoco se explica la persistencia de las torturas en nuestras cárceles, mientras las autoridades declaran con una solemnidad digna del Viernes Santo próximo, que se realizarán «investigaciones exhaustivas» para aclarar el caso del joven Benito Simón Gabriel, de 19 años, acusado de robarse unos tenis, quien fue apresado y mantenido colgando de las esposas apretadas durante siete horas bajo el sol que le quemaba la piel, a lo cual se añadía la paralización de la circulación sanguínea debido a la presión de las esposas. Pero las autoridades declaran con toda gravedad que «ninguna autoridad, ni civil ni militar, está autorizada por la ley y la Constitución de la República, para vejar a un ciudadano; para torturar ni física ni moralmente a un recluso».

Vivimos una desinformación formada por informaciones contradictorias. Gracias a Dios que tenemos una prensa que es mayormente libre, pero que está siendo afectada por las contradicciones, que le restan impacto a las noticias. Y cae uno en lo de aquel tango argentino, donde se expresa que «nada es verdad, todo es mentira». Y no se sabe qué creer.

Menos mal que por la libertad de prensa se entera uno de casos que, entonces, bajo el privilegio de alcanzar primeras páginas, obligan a efectuar correcciones.

Existen actualmente ciertos relacionadores públicos que enfocan y explican con tan formidable naturalidad cualquier abuso, crimen, suceso, que me hacen recordar a Marlon Brando cuando, al escuchar encendidos elogios por sus actuaciones, dijo: «Cualquier persona en un día corriente es mejor actor que yo».

El poder es algo sorprendente, con tanta fuerza, que transforma cabalmente a quien lo detenta. En la Pequeña Enciclopedia Política, Jean Lacouture ha consignado estupendamente: ¿Hay algo más misterioso que el poder, que la facultad que posee un pequeño número de hombres para doblegar un número mayor a su ley, que no siempre es la Ley? Rousseau se extrañaba de esto. Comparaba el ejercicio del poder con el gesto de un Arquímedes que echase al agua un gran navío atado con una delgada cuerda y tirase apaciblemente de él…¿Cómo limitar el poder, cuyo crecimiento evoca irresistiblemente el de las plantas tropicales? Montesquieu y Locke intentaron dividir el Poder para así canalizarlo, pero su ingenio tiene hoy el aspecto de un mueble de época…»

Siempre hay sombras en torno a la función descentralizada e independiente de los llamados Poderes del Estado.

¿Hasta qué punto se puede ser independiente, hasta qué punto es permitida la independiente, hasta qué es permitida la independencia de criterio y acción?

Pues hasta que no colida o molesta al gran poder, actuante o con altas posibilidades accionales.

La mayoría de los dominicanos no nos sentimos seguros con la Junta Central Electoral, integrada por elementos con trayectorias parcializadas. Claramente visibles. Y existen temores de que el poder central y abarcador del Gobierno, empecinado en lograr un nuevo mandato de cuatro años… o más, logre burlar la voluntad popular y proclamar la victoria de la reelección.

Resulta que el idealismo y las decencias están muy debilitadas. Tanto, que a menudo suenan ridículas, lejanas de las realidades vivenciales y tan aéreas como una nebulosa de opio.

Sólo una victoria abrumadora de la oposición puede evitar el buen resultado de los manejos gubernamentales.

A inicios de la Semana Mayor de 2004, pido al Creador que intervenga, a fin de lograr un veredicto justo de la Junta Central Electoral, una decisión que corresponda al sentimiento y pensamiento verdadero del pueblo dominicano.

Ya, después de tantas expectativas frustradas, de tantos manejos y mentiras, nos merecemos que, como acaba de suceder en España, alguien sea pulcramente reconocido como ganador.

Y el oponente lo felicite.

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