Sobre inconsecuencia y daños

Sobre inconsecuencia y daños

Licurgo, el orador y político ateniense, apuntaba que “Las dos más grandes y antiguas enfermedades de los gobiernos son la riqueza y la pobreza”. Puede ser, pero existen diversas enfermedades para las cuales los gobiernos tienen vocación, entre las que está la inconsecuencia con los propósitos anunciados para llegar al poder. En campaña siempre se habla de pulcritud, transparencia y coraje para imponer estos valores. Una vez arriba, empiezan a salir sigilosamente, nuevas perspectivas como venenosas flores malditas.

Las cosas no se ven iguales, no parecen ser las mismas, los intereses han tomado ya la forma de una jauría de lobos hambrientos porque “el hombre es lobo del hombre” como decía el filósofo latino, y sucede que todo concepto de respeto a los altos valores morales se ha arrinconado turbado de espanto.

Pienso que, así como desde fuera se espanta uno de ver lo que son, en verdad, los personajes que creía ver, así debe verse desde adentro, con sorpresa, las dimensiones que alcanza el descaro e impudor con que actúan.

Y resulta que en política el descaro e impudor forman parte de las reglas de juego. El que no las sigue es sacado fuera. Así le pasó a Juan Bosch.

Federico el Grande, rey de Prusia, que engrandeció su país en el siglo dieciocho, quien brilló por sus hechos guerreros y habilidades de manejo político, era hombre de extraordinaria cultura que se reunía con filósofos, literatos y músicos a compartir en alto nivel. Cuando debía interrumpir su reunión para atender asuntos políticos de Estado, respiraba hondo y al salir decía: “Soillons donc fourbes” (Seamos, pues, falaces, bribones, embusteros).

Es lamentable, pero el trabajo de jefe de Estado demanda el uso de un ramillete de habilidades entre las cuales está la capacidad de maniobrar cautelosamente, sin dejar ver su juego.

Me he enterado por la prensa que el presidente Danilo Medina, al responder a la pregunta de una reportera acerca del enrojecimiento de su piel, dijo “es estrés”.

¿Y cómo no va a haber estrés en el cargo que ocupa, especialmente en nuestro país, donde la política es más nido de ratas que en otras partes… todo es un lío…

los partidos, la justicia, el Congreso…?

Las leyes no se respetan y las debidas sanciones no aparecen. Por ejemplo, la presidenta de la Cámara de Cuentas, Licelot Marte de Barrios, se queja de que el Ministerio Público no haya sometido a la Justicia a funcionarios públicos que han cometido “irregularidades” (como se le dice ahora a lo que han hecho) por lo menos en setenta dependencias del Gobierno. Estos hechos constan en informes y conclusiones de numerosas auditorías.

Por ahí hay unas gavetas… que guardan en la sombra y el silencio aire-acondicionado, pruebas de delitos descomunales.

No vemos la hora en que el delito sea justamente castigado.

En que caiga la impunidad.

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