Sobre  ingratitud y pusilanimidad

Sobre  ingratitud y pusilanimidad

   En sus desgracias, en las barbaridades de variado estilo que  han llevado y llevan a cabo los mandatarios de Haití, los dominicanos hemos sido y seguimos siendo amigos generosos. Hace poco, hemos aceptado con delicadeza la ingratitud apática con la cual Haití ha mencionado la solidaridad y apoyo efectivo e inmediato con que nuestro país se hizo presente tras el dramático terremoto que asoló ese país a principios de este siglo XXI.

   O la falta de reconocimiento por las atenciones sanitarias que benefician a tantas mujeres haitianas que vienen a parir a nuestros hospitales, porque a nadie se le niegan las atenciones de salud. O los comentarios sobre la universidad, que en vez de agradecer el regalo que se hizo a costa de dinero necesario para nuestra patria, lo que hacen es criticar el lugar en que se construyó.

   Bien está que uno no campanee sus buenas acciones ni esté esperando correspondencia, pero cuando a la ingratitud se agregan las campañas destinadas a lograr una unificación de la isla, ahora mediante la arrolladora presencia de ilegales utilizados para realizar una astuta invasión pacífica que sustituya las reiteradas invasiones finalmente aplastadas por la valentía, la sangre y la vida de nuestros patriotas… entonces, ya es demasiado.

    Nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores no parece saber que  la diplomacia es un arte de sacar ventajas con buenos modales, sí, pero con propósitos firmes y maniobras inteligentes.

    Los diplomáticos haitianos saben moverse como peces en esas aguas turbias que parecen transparentes, mientras nuestros funcionarios del ramo lucen tímidos. Pusilánimes, impreparados. Hasta los presidentes Fernández Reyna y Danilo Medina han sido públicamente irrespetados sin que la Cancillería presente la severa queja formal que procede.

   Con esa actitud no se cuida y defiende el honor nacional.

   Por el camino que vamos, asustados por la mala imagen que siga fabricando la astucia haitiana que tiene la vista fija en los negocios y en las montañas de dólares, euros o cualquier moneda fuerte resultantes de enormes inversiones en industrias varias y mano de obra barata, con apoyo de amigos de Estados Unidos, Francia y Canadá, ampliaremos tanto las permisividades que nos doblegaremos mansamente a las conveniencias de estos malos vecinos.

   Esto cobra fuerza en un año dedicado a Juan Pablo Duarte. A la firmeza mental y emocional de este hombre grandioso que anhelaba una Patria libre de toda injerencia extranjera.

   Una Patria noble y valiente, digna de todos los sacrificios que la hicieron posible.

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