Un poco de historia. Nadie competía con China mientras pagaba un salario que representaba una proporción muy baja de la media mundial. En cualquier parte aparecían los productos chinos y sus empresas multiplicaron muchas veces los beneficios. Permitió que el gobierno, dueño de casi todas las grandes empresas, en tres décadas se adueñara del ahorro mundial y subiera al primer lugar en la escala mundial de inversión, individualmente ahora es el principal comprador de bonos y papeles del Tesoro de los Estados Unidos, el que juega con más dureza en las principales bolsas mundiales. Si en el proceso el Yuan no formó parte del club de las grandes divisas (dólar, yen, euro y libra esterlina), para manera formal y a través del FMI orientar el sistema monetario mundial, se debió a que frente al dólar se mantuvo apreciada en más de 25%.
Fue el modelo que Den Xiaoping puso en práctica cuando muere Mao Zedong en 1978. Que no obstante el bajo salario y poco consumo interno, por el crecimiento económico superior a 9% durante un largo tiempo, redujo la tasa de desempleo y multiplicó varias veces el ingreso per cápita, permitiendo que más de 500 millones de chinos dejaran la pobreza extrema.
El alto crecimiento chino elevó el precio de las materias primas, lo que por muchos años benefició a países Latinoamericanos, principalmente Brasil, Chile, Argentina, Colombia, Perú y Venezuela. La siguiente relación habla de la alta dependencia, si el PIB chino acelera un punto porcentual, el de Latinoamérica sube 0.7 puntos porcentuales. Pero el modelo chino perdió competitividad cuando los salarios se triplicaron, terminando con la historia de bonanza para dar paso al ciclo actual de baja, delicado para Latinoamérica, porque mantiene muy bajo el crecimiento del PIB, lo que en buena parte explica las protestas sociales y caída de popularidad de los gobiernos progresistas.
Desde el 2010 intentan cambiar el modelo, apuestan a más consumo de parte de los 1,000 millones de chinos, a más inversión para mejorar la calidad de lo que exportan. Proceso que da señales de fracaso, proyectan un crecimiento de 5% para 2015 y próximos años, necesitan sobre 9% para que no aumente el desempleo. La respuesta del Banco Central de Pekín, para recuperar competitividad, ha sido de libro de texto, en 4.6% devaluaron el Yuan durante tres días la semana pasada, empeorando la situación de Latinoamérica, se debate entre recesión y crecimiento económico de solo 0.5% para el 2015. La devaluación reduce las ventas de la región.
Como sucedió con las demás, nuestra economía se benefició indirectamente del boom chino, pero puede revertirse. Me refiero a la volatilidad financiera que genera la devaluación del Yuan, que combinado con la expectativa de aumento de los intereses de parte de la Reserva Federal, podría reducir la entrada de capitales y provocar salidas para refugiarse en el fortalecido dólar.
Amenaza externa que con seguridad sigue nuestro Banco Central, como lo hace con el crecimiento del PIB en los Estados Unidos, que cuando decrece un punto porcentual el nuestro desacelera 1.5%. Del curso que tomen los acontecimientos dependerá si internamente aumentan o no los intereses en el corto plazo, porque la inflación no es un tema.