Sobre la mesa del Senado

Sobre la mesa del Senado

DONALD GUERRERO MARTINEZ
Tanto como que no hay mal que por bien no venga, es cierto que no hay mal que su bien no tenga. La renuncia del Senado en lo de ratificar nombramientos de embajadores en varios países amigos, tiene de bueno el detalle de que es una muestra más de la necesidad de emplear la fuerza arrolladora del voto popular en el 2006, para desalojar de sus curules a aquellos legisladores dedicados más a atender asuntos personales o de partidos, que a otros que interesan al país. El votante tiene que reflexionar seriamente en este asunto.

«Por sus hechos los conoceréis», dice la Palabra. El Senado dejó «sobre la mesa» entre otros, el nombramiento del reputado comunicador doctor Miguel Angel Velázquez Mainardi, designado por el Presidente Leonel Fernández embajador en Chile en diciembre pasado. En materia de procedimiento parlamentario, «dejar sobre la mesa» es fórmula clásica para dejar que algo duerma el sueño de los justos, y no ocuparse nunca más de un asunto cualquiera.

Es un deber constitucional del Senado aprobar o no los nombramientos de embajadores acreditados ante gobiernos extranjeros. En la especie, no hubo aprobación en un tiempo razonablemente oportuno, sin explicaciones de los motivos para esa actitud senatorial. Pero tampoco hubo entereza para suscribir la no aprobación.

Los senadores adoptaron una actitud propia de muchachos disconformes.

Se ha dicho que son cuatro los senadores negados a firmar el informe de la comisión de Relaciones Exteriores del Senado, favorable a la ratificación indispensable. En círculos de opinión se ha calificado el comportamiento del Senado como «abuso de poder», que demuestra «el nivel de intolerancia de sectores del Pe-erredé».

Desde hace años tiene el Senado mala imagen ante la opinión pública. Varias encuestas la han reflejado. Esa mala imagen no les viene de que «los periodistas no entienden» la labor de los legisladores, como ha dicho hace poco el senador presidente Andrés Bautista García. Les viene sólo de su comportamiento. No ha faltado quien planteara la disolución del Congreso, para que un Consejo de Juristas, junto con el Presidente de la República, resuelva los asuntos de un ejercicio presidencial por decreto. Con todo los inconvenientes de sobra conocidos, el país no puede llegar al extremo antidemocrático de que se prescinda del Congreso.

Del mismo modo que Honrar honra, Irrespetar irrespeta. Se irrespeta a sí mismo el Senado con un proceder injustificable que por lo mismo no lo explica; irrespeta al Presidente de la República, dándole de lado, porque sí, a sus decretos, lo cual equivale a entorpecer los propósitos del gobierno; irrespeta el Senado al gobierno de Chile, de tradicionales buenas relaciones con este país, que por lo mismo aceptó en poco tiempo la designación como embajador dominicano de un ciudadano «sin antecedentes que dañen su integridad», y queda así, irrespetado y desconsiderado, Velázquez Mainardi.

Si el Senado procede de esa manera motu propio, se le debe tener lástima. Si lo hace por supuestas lealtades convenencieras no le luce. Es que tienen pesados débitos de irrespeto a todo cuanto significó el líder histórico del Pe-erredé… Aquel desalojo es necesario. El país debe ser servido por funcionarios de otra candidatura.

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