Sobre la mujer

Sobre la mujer

ANTONIO SÁNCHEZ HERNÁNDEZ
Descubrimos como nos cuenta Doña Camila Henríquez Ureña sobre el tema de la mujer en el período colonial: «Tenemos opiniones formadas sobre muchos asuntos que no hemos estudiado. Una de las opiniones formadas y universalmente aceptadas y repetidas, como si se tratara de un axioma, es la que se refiere a la educación y papel de la mujer hispana durante el período colonial: la mujer hispana en aquella época era mantenida en la ignorancia, el fanatismo y el absoluto sometimiento del varón.

Esta opinión forma parte de la general «leyenda negra» del período colonial, según el cual (en parte de ella) no hubo casi nada que pudiera llamarse cultura ni actividad intelectual durante ese largo período, debido al «oscurantismo» característico del régimen español, y esta miseria intelectual a su vez no era sino un aspecto de la supervivencia de la actitud espiritual, legal y consuetudinaria que España conservaba de la «Edad Oscura», edad de retroceso primero y de paralización después, que duró unos mil años y que conocemos, como si fuera sólo una especie de puente cronológico, con el nombre de Edad Media».

– Si en el mundo real de las relaciones humanas domina el conflicto y la competencia, en el mundo de las mujeres siempre ha existido la guerra- nos cuenta Don Rodrigo de Bastidas.

Antigua sapiencia que dicho sea de paso sería desmentida por el paso del tiempo, por el simple y moderno principio, ahora casi un acertijo, de que nadie se parece a nadie, si siquiera los hermanos gemelos y por lo tanto todos los paraísos son únicamente interiores, palabras de una dama exquisita, de una bella mujer, nada más y nada menos que de Doña Marguerite Yourcenar, una señora de origen belga que le quedó grande a todos los países y mujeres y hombres europeos, con todo y Unión Europea.

Descubrimos gracias a esta mujer exquisita, que nadie se parece a nadie, ni siquiera los hermanos gemelos: existen los paraísos propios, propios y de más nadie, imposibles de controlar por ningún paraíso externo, por meteoro y largo plazo que resulte ser en sus miradas hondas y penetrantes. Por ello es tan difícil juntar dos paraísos propios en una sola eternidad. Implica mucha paciencia en la mujer y mucha resignación en el hombre, para que la relación perdure y se pueda eternizar en la paciencia y la resignación. Cristianismo profundo, ¿pasado de moda en la actual era digital?

Descubrimos que por decisión masculina las mujeres mandan en los hogares, no solo porque le paren los hijos a sus hombres, sino porque son las administradores reales, tanto en la Alta Edad Media como en la Edad Moderna y Contemporánea de los hogares y que apenas están reclamando con la modernidad ser reconocidas como incansables divorciadas, mientras los maridos se arrellanan casi siempre en su papel de proveedores.

Descrubrimos que la disidencia era y sigue siendo una respuesta posible y muy necesaria como base de la armonía familiar, desde la época de Don Rodrigo de Bastidas. Desde entonces en esta isla nadie se parece a nadie y por lo tanto no es extraño, sin adverbios de duda, que si algo es a la vez honorable y a la vez penoso en las mujeres, es que desde entonces administran casi siempre solas la vida del hogar, la de su consorte e hijos, por delegación, en una labor muy extenuante. Por decisión masculina las mujeres mandan, lo recalca Don Rodrígo de Bastidas, hombre inteligente desde mocoso.

Descubrimos que la vida real se compone de roles predeterminados. Razón por la cual la libertad de géneros actual es la respuesta natural de una moderna y gigantesca sociedad de divorciados. Descubrimos que las mujeres se quejan amargamente desde hace muchos siglos, desde la propia Alta Edad Media, de sus enormes roles y de sus inevitables conflictos hogareños. Y con mucha razón.

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