Sobre la verdad de la crisis de 2003

Sobre la verdad de la crisis de 2003

Para intervenir en un debate de ideas sobre el origen de la crisis del 2003, se necesita un mínimo de preparación teórica en economía, de lo que adolece la persona que quiso intervenir repitiendo el conocido y gastado catecismo oficial de campaña política.

Se le perdona su atrevimiento, porque desconoce que toda historia es teoría, que quien la plantea como tal es porque previamente ha acudido a la biblioteca con una bibliografía mínima, imprescindible para una interpretación fundamentada en hechos comprobables.

Fue lo que refresqué en mi doctorado en Historia que recientemente obtuve por la Universidad de Sevilla y que había aprendido tiempo atrás en la Universidad de Boston, donde también me gradué pero en Economía.

Hemos sostenido que la política monetaria del periodo 1996-2000, indujo a los bancos comerciales a endeudarse en dólares, a tasas bajas para prestar en pesos a tasas efectivas que sobrepasaban el 50%.

Es decir, en el país se introdujo lo que se conoce como “arbitraje de intereses”, con el objetivo explícito de reponer reservas internacionales, que se habían reducido de US$1,250 millones a final de 1999 a US$450 millones en agosto del 2000, por el déficit fiscal acumulado de RD$3,651 millones en los años 1996-1999.

Avanzo algunas de mis pruebas. Refiriéndose a la motivación del endeudamiento en dólares, en la página 52 del boletín trimestral del Banco Central de junio del 2000, se afirma que era para “cumplir con los compromisos de la deuda externa sin presionar demasiado el mercado cambiario”.

Otras pruebas. Los pasivos en moneda extranjera de los bancos comerciales, de US$200 millones en 1997 aumentaron a US$1,000 millones en el 2000; los préstamos en moneda extranjera, de US$150 millones en 1997 subieron a US$850 millones en el 2000. Los incentivos de las autoridades monetarias explican los extraordinarios aumentos, obligaron a la banca a endeudarse en moneda extranjera si quería seguir prestando, incrementando dramáticamente el riesgo cambiario.

Lo confirma la Primera Resolución de la Junta Monetaria del 21 de junio del 2000, copio su dispositivo: “Topes a la cartera total de los Bancos Comerciales, tanto en moneda nacional como extranjera, pero excluía de dichos topes los préstamos cuyos fondos provenían de préstamos internacionales”.

Mientras crecía el sistema financiero dolarizado la regulación era superficial, limitada al riesgo de crédito, ignorando completamente los riesgos cambiarios que las mismas autoridades habían incentivado.

Es cierto, existía una resolución de la Junta Monetaria, que limitaba el endeudamiento de corto plazo en moneda extranjera a un 30% del capital de los bancos, pero las autoridades, para minimizar el riesgo cambiario, no contabilizaban como pasivo de corto plazo los depósitos en moneda extranjera de residentes.

El presidente Hipólito Mejía no lo sabía cuando asumió el poder en agosto del 2000, debajo de su mesa escritorio el Gobierno 1996-2000 le había dejado una bomba de tiempo cambiaria.

Para que explotara y se apreciara el tipo de cambio,  bastaba un error, como el aumento de la emisión monetaria de la manera como se hizo, o que de mala fe la oposición política pusiera a circular cualquier rumor. La bomba estaba activada, tarde o temprano explotaba.

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