Sobre las complejidades de la educación

Sobre las complejidades de la educación

Digamos que me intriga lo de la educación. Mejor expresado, lo que se descuida acerca de la educación.

Viene a ser algo así como la apreciación de la inteligencia. Puede utilizarse bien y utilizarse mal. Y ni educación ni inteligencia son garantizadoras de sentimientos y acciones positivas.

Que los primeros años de la vida de un niño sean de extraordinaria importancia en su futuro desarrollo, no lo dudo, sobre todo en cuanto a las marcas terribles de menosprecio, de recepción de crueldad, de abuso de todo tipo. Pero se ha limitado la percepción de esta realidad, olvidando la existencia de una fuerza mayor: la unicidad irrepetible  y el orden perfecto, obediente a leyes misteriosas  (que deberíamos tener en cuenta)  que operan sobre cada elemento de la Creación. En formación humana, 2  + 2 no son necesariamente 4.

En relación con educación y cultura  voy a hacerles un breve relato: Tras  la muerte de mi   tía Blanca Pellerano, en Washington, casada con un ingeniero naval, éste vino a conocer la familia de su esposa fallecida.  En cierta ocasión mi padre le dijo que deseaba presentarle a un amigo muy inteligente y dueño de una vastísima cultura. El tío norteamericano, un hombre sobre los cincuenta años, se limitó a preguntar en su español tropezoso: ¿Y qué hace su amigo con la cultura? ¡Porque… la cultura es muy “peligrrosa”!

Mi padre no repuso, pero finalmente resultó que su amigo no  supo utilizar bien aquella educación portentosa.

Y tal cosa me entristece, porque un país pequeño como el nuestro difícilmente puede producir más de dos o tres eruditos a la vez dentro de un siglo, y mucha sapiencia importante se ha extraviado en  pequeñeces políticas, en instantaneidades y pasiones malignas, que aunque trascendentes (como ha sucedido con Trujillo y los anhelosos de poder copiarlo) no apuntan hacia  beneficios  nacionales sino hacia un oleaje de sangre y horrendas crueldades.

Me temo que estamos enseñando  los beneficios del crimen. Del delito, de la desvergüenza De que lo importante es lograr la impunidad, el delito abierto cobijado por una impunidad enmarañada en supuestos legalismos y mentiras que se expande aterradoramente.

     Estamos entre una enorme mayoría débil, con deseos de superación digna, pero una mayoría inculta, hundida en carencias, confundida en nieblas de mentiras, adormecida… y una minoría pequeñísima, cultivada, bilingüe, a la cual no le interesa el  progreso del país sino como fuente de ingresos miliunanochescos, que les permitan abordar sus  aeronaves privadas por un repentino antojo de viajar hacia lo suntuoso.

  Me pregunto: ¿A tales fines los enviaron sus padres a educarse en el extranjero?

    ¿Es que tenemos que traer extranjeros decentes para que nos enseñen a valorarnos y respetarnos, en lugar de prominentes malandrines o respetables consejeros  que no escuchamos?          

   ¿Tuvo mejor tino aquel Generalísimo terrible que propició y apoyó la presencia de extranjeros que trajeron, unos, alta cultura en múltiples disciplinas,  otros,  altos conceptos acerca del valor del trabajo y del esfuerzo?

   Creo que sí.

   Necesitamos alentar y proteger a los buenos dominicanos.

   Facilitarles su crecimiento.

   Multiplicar lo que se hace al respecto.

   Y castigar lo castigable.

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