Sobre las presas hidroeléctricas

Sobre las presas hidroeléctricas

LEANDRO GUZMÁN
La prensa nos trajo en días pasados una noticia francamente alarmante, como en efecto es la que da cuenta de que debido a la deforestación, en los últimos años han desaparecido varios ríos importantes, lo que significa una considerable pérdida para el uso de agua potable, agua para riego y para generar energía eléctrica. Esa dura realidad limita, aunque no obstaculiza, las posibilidades de construir nuevas presas de uso múltiple, en las cuales de forma primaria, secundaria o terciaria siempre hay un potencial para producir energía eléctrica. Hace muchos años que hemos venido advirtiendo sobre la necesidad de aprovechar ahora el agua que nos queda, antes de que agotemos el potencial que hay en ellas para producir energía, considerada vital para nuestro desarrollo económico.

Con el respeto que me merecen los autores y lectores que se interesan por este tema, la construcción de presas hidroeléctricas no debe verse solamente desde el punto de vista estrictamente económico de sus instalaciones, porque es bien sabido que ellas son determinantes en el progreso regional de las zonas donde funcionan. El desarrollo del sector agropecuario e incluso industrial se intensifica y la gente mejora sus condiciones de vida.

Hay que decir también que contrario a lo que pregonan muchas voces, opuestas a las hidroeléctricas, la inversión en las plantas termoeléctricas es casi totalmente aplicada a productos de importación, como son las plantas, los equipos, los técnicos que las instalan y el combustible para ponerlas as funcionar, que dicho sea de paso no producimos. Es decir, que toda inversión inicial y el costo de operación se escapan en dólares hacia el extranjero.

El hecho de que los países más desarrollados del mundo, como Estados Unidos, China, Brasil, para solo citar solamente estos tres, usen el enorme potencial de sus ríos para generar energía a través de las hidroeléctricas es la mejor respuesta a quienes se oponen a ellas. La central hidroeléctrica de Itaipú, que es la mayor del mundo en operación, es una empresa binacional desarrollada por Brasil y Paraguay en el río Paraná. En mi visita a esa presa, la potencia instalada era de 12,600 megavatios, con 18 unidades generadoras de 700,000 kilovatios cada una. Esta presa superó en 93.4 billones de kilovatios hora, suficientes para garantizar el suministro del 95 por ciento de la energía eléctrica consumida en el Paraguay y del 24 por ciento de toda la demanda del mercado brasileño. En el caso de la presa llamada “Las tres Gargantas”, sobre el río Yangtse en China, cuyo período de construcción se estima en 17 años, los gobernantes de ese país decidieron emprenderla no obstante las voces de alerta sobre el enorme impacto ambiental negativo que tendría, bajo el criterio de que esa obra es fundamentalmente necesaria para continuar el extraordinario desarrollo del país asiático, eliminando así gran parte del consumo de petróleo, que ocasiona mucho mayor daño ambiental que el uso del agua.

La energía que producen las hidroeléctricas es mucho más valiosa, puesto que se destina a cubrir los picos de la demanda, en tanto que las plantas térmicas trabajan en base de la curva de demanda, de tal suerte que el interés en el desarrollo de plantas térmicas empuja al de las hidroeléctricas, puesto que ningún país basa su generación total en las primeras, es decir en las térmicas. Se debe admitir, sin embargo, que ambas son complementarias, aunque es bueno señalar que las plantas hidroeléctricas, al usar agua que no hay que importar, en modo alguno contaminan el medio ambiente, contrario a las termoeléctricas que usan petróleo o carbón que no producimos y que sí contaminan.

Los países desarrollados han privilegiado la generación hidráulica y cuando casi la han agotado, continuaron con centrales de hidroacumulación, es decir que utilizan la energía térmica para elevar caudales de algo más de cien metros de altura, para utilizarlos en las horas de mayor demanda, convirtiendo así la energía de base en energía de pico. Este es un ejemplo contundente de la importancia de las hidroeléctricas.

Un aspecto que hay que mencionar es que dondequiera que se construye una hidroeléctrica, se produce un control de avenidas en los ríos que las sustentan, evitándose así daños incalculables aguas abajo, incluso con pérdidas de vidas, que superan el costo de las tierras inundadas por el embalse y la reubicación de la población localizada dentro del mismo. Más claro aún: los daños que se evitan superan las inversiones realizadas en las hidroeléctricas, tomando en cuenta su vida útil, que en la mayoría de los casos puede superar los cien años, siempre que se cumplan los programas de reforestación en las cuencas hidrográficas aprovechadas, que usualmente acompañan estos proyectos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas