Sobre los debates políticos

Sobre los debates políticos

VIRGILIO ÁLVAREZ BONILLA
Los debates políticos son de uso y costumbre en los países desarrollados. Es un medio de donde se exponen ideas y programas de gobierno en un marco de altura y sobre bases muy definidas.

 Esos debates están dirigidos por profesionales en la materia de comunicación donde los participantes tienen por obligación que ceñirse a las reglas previamente establecidas. Allí por lo regular no se va a debatir temas personales sino razones programáticas, cuando por alguna razón el cuestionario se desvía para enfocar asuntos de índole personal, éstos solo son debatidos si el moderador considera que los mismos pudieran interesar a la comunidad de electores y siempre que el afectado esté de acuerdo con el tema a tratar.

En nuestro país no hay cultura de debate político; las campañas regularmente suelen tratarse de forma muy rústica y siempre tocando la debilidades personales de los candidatos. Éstos tampoco exponen nunca con claridad meridiana sus reales propósitos en caso de triunfar, ello así simplemente porque no se atreven a divulgarlos por temor a las críticas y controversias que provocaría un debate de esa naturaleza.

Pese a la falta de costumbre que existe en nuestro medio sobre los debates políticos, hay por lo menos un precedente muy significativo en este sentido. Fue el debate en 1962 entre el profesor Juan Bosch, candidato presidencial en aquel entonces del PRD, y el sacerdote jesuita Láutico García, donde ambos panelistas debatieron con profundidad sus ideas. El debate favoreció sin dudas a Bosch y le sirvió de ayuda para su posterior ganancia electoral por amplio margen sobre la Unión Cívica Nacional y su candidato, el doctor Viriato Fiallo.

La experiencia del año 1962 no se ha vuelto a repetir en el panorama político criollo. Los candidatos punteros siempre le han rehuido a debatir con sus rivales. Salvador Jorge Blanco (1982) nunca le hizo frente a Balaguer, no lo creyó necesario por la ventaja que siempre tuvo en las encuestas de la época. Balaguer por su parte nunca aceptó concurrir con nadie en el escenario de un debate político; rebatía a sus rivales públicamente, pero se cuidaba de no hacerlo dentro de un escenario que no dominara plenamente. José Francisco Peña Gómez, el líder de masas de mayor dimensión y de más éxito en nuestra política, retó varias veces a Balaguer, sin conseguir nunca que el viejo caudillo reformista le complaciera.

Cuando en el año 1996 Peña Gómez encabezaba todas las encuestas políticas como candidato presidencial, no quiso aceptar las reiteradas invitaciones a un debate que le hiciera el entonces novel candidato del Frente Patriótico, doctor Leonel Fernández Reyna. Las razones del líder del PRD eran comprensibles; no iba a correr el riesgo de crear un escenario que sólo en esos momentos sería favorable a su rival, quien no tenía nada que perder y mucho que ganar.

En la actualidad se habla de debate, los candidatos de la oposición al gobierno desean enfrentar al presidente Fernández en un escenario al cual no estamos los dominicanos acostumbrados, y dentro del cual el presidente Fernández no tiene nada que buscar. Cuando un candidato como Leonel puede exhibir una obra de gobierno como la actual, el debate político sale sobrando.

El presidente Leonel Fernández es un estadista consumado. Su trayectoria está forjada sobre la base de realidades concretas, su candidatura prodigada por su prestigio como gobernante e intelectual de reconocimientos internos y externos. Sustentada además por un partido fuerte que garantiza un voto duro envidiable, complementado por el apoyo de numerosos aliados que le respaldan decididamente. ¿Qué tiene que debatir un candidato que posee una posición ventajosa, que le hace acreedor de ganancia en una primera vuelta electoral? ¿Qué sentido tendría un debate frente a un gobernante que exhibe una obra de gobierno aceptada por las grandes mayorías nacionales?

Leonel, como presidente y candidato, necesita administrar su tiempo en cosas más útiles, como la consolidación de su candidatura, para evitar el costo de la posibilidad de una remota segunda vuelta, ¡esto tiene prioridad! Por lo tanto, señor Presidente, siga por donde vamos, que e’palante, ni un paso atrás.

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