Sobre los manifiestos

Sobre los manifiestos

El 20 de octubre del 2008, en una pequeña imprenta de Montpellier, sur de Francia, llamada «Indigene Editions», salía un librito de 32 páginas que se regalaba por solo 3 euros. Rápidamente se vendió más de 500,000 ejemplares.  Por haber amplificado un discurso del autor, sobre la resistencia francesa frente a la Ocupación alemana y sus trágicas obras de exterminio, el éxito fue total.

Dos años después,  en el mundo entero se habían vendido más de cuatro millones de ejemplares de  « Indignaos»  de  Stephane Hessel, que  sacudió las conciencias de los nuevos excluidos del sistema,  sentando las bases de una rebelión planetaria contra la exclusión social sobre todo,  pero también contra una democracia manoseada por los políticos  indiferentes a las penurias de los pobres,  contra aspectos cualitativos de la democracia y contra las injustas y desiguales condiciones de reproducción de su vida cotidiana. Hessel, de 93 años, es un  testimonio legítimo y legitimado por su vida.

Buscando en Antonio Gramsci desde algún tiempo, caigo con un escrito llamado «Odio a los indiferentes» y no pude evitar establecer una similitud entre los dos hombres y los «dos gritos». En ese  sencillo y corto escrito, terriblemente actual, Gramsci describe la actitud de esas personas, « indiferentes frente a los hechos» que viven para contar; son estas que dan testimonios vividos, relatan efímeros e insignificantes anécdotas, hablan de sus pueriles actuaciones sin testigos, reescriben la historia, opinan, son estas que Gramsci describe,  y que fueron indiferentes, cuando tenían que «tomar partido» involucrarse, arriesgarse y rebelarse. Gramsci grita su indignación frente a  estos que viven en la ciudad, indiferentes a sus movimientos, a sus reacciones.

Llama a la rebelión, odia su cobardía, dice que «eso no es vida».  Dice que no «solo operan en la historia, los que actúan, sino también los que optan por la indiferencia;  operan pero  pasivamente. Los hechos históricos maduran en la sombra, entre unas pocas manos, sin el control de las mayorías, solas pocas manos tejen los destinos de un país». Gramsci nos recuerda que  “visiones estrechas, objetivos inmediatos, ambiciones y pasiones personales de pequeños grupos activos se imponen mientras la masa de los hombres es ignorante porque no se preocupa.

Pero los hechos que han madurado llegan a confluir y entonces parece ser la fatalidad la que lo arrolla todo y a todos, parece que la historia no sea más que un enorme fenómeno natural, una erupción, un terremoto, del que son víctimas todos, quién quería y quién no quería, quién lo sabía y quién no lo sabía, quién había estado activo y quién era indiferente”.  Gramsci,  terriblemente actual, precursor de los “Indignados” del ayer y de los de hoy, nos grita “Actúen ya”, mañana será tarde.  Hay que parar la esquizofrenia. Con uno, varios y muchos más manifiestos, romper la indiferencia. Cumpliendo con nuestro deber.

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