Sobre mi madre y dos fusiles

Sobre mi madre y dos fusiles

Alrededor de las nueve de la mañana, transitaba en mi bicicleta por la avenida Duarte, cuando observé que, de Este a Oeste, en la calle Federico Velázquez, se acercaba un grupo de hombres y mujeres armados con palos, machetes, palas, piedras, pedazos de hierros y puñales. A unos metros de la intersección de ambas calles había un policía, armado con un fusil, que estaba visiblemente turbado con la presencia de toda esa gente y, mientras parecía pensar qué hacer, lo rodearon, le quitaron el arma y lo convencieron para que se sumara a la marcha. Creo, con pocas posibilidades de equivocarme, que ese fue el primer fusil para los combatientes del 24 de Abril del 1965.

Al llegar a casa, le dije a mi madre, que en paz descansa, que aparentemente había comenzado la revolución y que, para su cumpleaños, que era al día siguiente, deseaba, como regalo, que se produjera realmente la derrota del gobierno golpista y que volviera a gobernar el profesor Juan Bosch.

El 25 de abril del 1965 llegó al barrio un camión de constitucionalistas entregando armas y, cuando me dirigía a la fila para recibir mi fusil, mamá me agarró por el brazo diciendo enérgicamente ¡Usted no va para ninguna parte! y el poder de su falda me arropó, tal vez liberándome de ser uno más de los mártires de esa gesta heroica que, todavía hoy, no se reivindica porque la dependencia, el entreguismo, el irrespeto a la Constitución y a las leyes, la corrupción y la permanente burla de los gobernantes hacia el pueblo, tienen revolcándose en sus tumbas a los héroes de Abril.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas