Hoy más que nunca los líderes mundiales muestran su preocupación en torno a qué modelo económico implementar para mantener o posicionar su nación en la ruta del desarrollo sostenible, pues los referentes conocidos han fracasado o se encuentran en vía de ello.

Desde el punto de vista de la economía política, los modelos económicos representan las distintas formas de abordar los procesos sociales y de producción identificados por el Estado, con la principal intención de armonizar las empresas con las economías locales. Es así cómo algunos sistemas han basado su economía en el libre comercio, mientras que otros han optado por manejarla de manera centralizada o planificada. Pocos, sin embargo, implementan un modelo mixto.

Pareciera ser que los extremos planteados en los modelos económicos tradicionales limitan su permanencia efectiva en el tiempo. El modelo de economía planificada, que controla absolutamente los medios de producción y que presenta al Estado como un gran benefactor, si bien es cierto que devuelve de manera más justa los impuestos en áreas que promueven el bienestar social, la actual crisis de la euro zona demuestra lo insostenible del mismo. Por otro lado, el modelo económico basado en el libre comercio no es que ha fracasado, es que nunca ha funcionado, menos en la última etapa de su moribunda existencia, donde aparece con la representación más diabólica y atroz del capitalismo: el neoliberalismo, que fundamentado, económica y conceptualmente, en el Thatcherismo y la Reagan-economía, redujeron muchos Estados a simples parásitos reguladores, despojándolos de sus empresas bajo la consigna de poco Estado y mucho mercado.

Sin lugar a dudas estamos convocados a nuevos tiempos con modelos económicos más equilibrados, que procuren la eliminación de la desigualdad social.