Sobre necesidad, astucia y desempeño humanitario

Sobre necesidad, astucia y desempeño humanitario

Dicen que la necesidad tiene cara de hereje. Corrijo… así decían hace muchos años aquellos inolvidables empleados de la imprenta de mi padre, establecida frente a las nostalgias de la iglesia de Regina Angelorum en la Ciudad Colonial. Y me pregunto: ¿todavía llamarán “hereje” al mal encarado, al feo, al fracasado…?

El caso es que aún lo decía, no hace mucho, un mecánico de automóviles, experto resolvedor de problemas a bajo costo, instalado en un ancho patio arbolado en el vecindario del cementerio de la Máximo Gómez. Era formidable.

Una reparación de mi querido Peugeot 404 en la agencia oficial costaba el triple de lo que cobraba este mecánico de patio.

Yo estaba encantado y confiado, hasta el día en que llegué preocupado por un problema del sistema de frenos. Él lo examinó y voceó: “¡Miguelito, tráeme un clip!” El flacucho morenito, con el pecho desnudo embarrado de grasa negra, preguntó: “¿Qué clase de clip?” La respuesta fue: “¡El que se les pone a los papeles para agarrarlos… buen pendejo!”

Llegó el clip, sacado de unos papeles. El mecánico se introdujo prácticamente dentro del motor, colocó el clip en cierto lugar y, sonriente, me dijo ¡ya está resuelto!

Efectivamente, lo estaba. El 404 frenaba a la perfección.

Pero un día quiso resolverme otro delicado y peligroso problema mediante el uso de una gomita de las que se usan en los bancos para sujetar fajos de billetes. Yo, aterrado, me opuse y decidí llevarlo a la compañía representante de la marca, donde la reparación costó unos tres mil pesos. Tres mil, de entonces, que eran “muchísimos cuartos”. Cuando le conté lo que costaban las piezas nuevas y la labor técnica, se sonrió y me dijo: -Mire, don, lo que pasa es que la necesidad tiene cara de hereje. Cuando no hay cuartos para hacer lo que es correcto, hay que “resolver” a como dé lugar. Yo vivo de los “herejes”.

Hoy pienso que los “herejes” de hoy son de otro tipo. Sí tienen cuartos… y no quieren aceptar la cesación de sus monumentales ingresos. Sus “caras de herejes” no son hijas de la necesidad y de la miseria que obliga con sus llagas purulentas.

Una cosa es la astucia motorizada por la necesidad inconcesiva y demandante, como la de mi amigo el mecánico, y otra es el desempeño que se realiza por obligatoriedades decentes –hasta donde la decencia es posible.

Sí. La necesidad tiene cara de hereje, pero no es “patente de corso”.

Nos estamos olvidando de la decencia, de la moral, que, de pronto nos las han “estafado” legalizándonos las inconductas, con la mirada fija en las cuentas bancarias y en la proyección de suntuosidades.

Tal vez sea cierto, tal vez no, pero se supone que ni siquiera la capital, Santo Domingo, es una ciudad propicia para que circulen, entre otros, un Rolls-Royce o un Bentley, que demandan que un técnico se desplace desde Inglaterra –lujosamente como un príncipe– para atender el auto de un funcionario recién millonariado en dólares, euros o libras esterlinas.

Al enterarme de que Baby Doc tenía en Haití una colección de autos de gran lujo, aptos para grandes autovías por donde se circula a alta velocidad, como la Autostrada del Sole que conecta Francia e Italia, y que yo transité pagando múltiples peajes justificables, me asombró la locura de que en un país como ese hubiera Ferraris, Maseratis, etc. rugiendo sus motores entre la atrocidad de la miseria extrema.

De repente me parece que no somos dignos de llamarnos humanos.

Necesidad hay, y mucha.

Pero de justicia.

De humanidad.

Y no tiene cara de hereje.

 

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