La política, sobre todo en tiempos de campaña, parece arroparlo todo, de acuerdo a los espacios que se le dedican en los medios de comunicación no hay otra actividad que compita con su protagonismo.
Estamos sometidos a un constante asedio de los candidatos a los diferentes cargos que se elegirán el próximo 16 de mayo, las peinadoras nos ensordecen, las vallas y letreros nublan la vista, y la radio y la televisión nos abruman con la constante publicidad de sutano y mengano, que no se cansan de prometer lo que ya prometieron y no cumplieron.
Dado el avasallamiento a que es sometida la sociedad, sin importar que a gran parte de ella no le interesa la política, me pregunto muchas veces cuál es la real importancia de la política y los políticos en el conjunto de los asuntos e intereses de nuestro país.
En la República Dominicana la principalía que tiene la mencionada actividad, y el grado de poder e impunidad que han alcanzado los políticos, da a entender que no hay nada más importante bajo el cielo de Quisqueya. Pero si nos detenemos a analizar el comportamiento de muchos de los actores que intervienen en este quehacer, tendríamos que llegar a la conclusión de que sus actos restan valor a lo que se dedican, desacreditan el oficio y repugnan a todo aquel con dignidad y capacidad para pensar.
La posibilidad de disfrutar de un período extendido a seis años ha entusiasmado a los aspirantes a los diferentes cargos, casi hasta el paroxismo, despertando inusitados deseos de continuismo, sueños de prosperidad instantánea y búsqueda de inmunidades que tranquilicen aunque sea de manera temporal.
Esta mezcla explosiva ha complicado las cosas de tal manera, que hasta terminar de definir las listas electorales se ha hecho difícil.
Los políticos, en especial los que se encuentran administrando el Estado, tienden a responder a las presiones sociales con la creación de nuevas leyes y regulaciones. Recientemente leí en un libro escrito por un filósofo español, algo que creo nos va como anillo al dedo, dice Javier Goma que en nuestras sociedades sobran leyes y faltan conductas ejemplares, me parece que a los dominicanos nos sobran leyes que no se cumplen, y nos faltan conductas que sirvan de ejemplo, especialmente en la clase que nos dirige.
A través del tiempo la política ha sido objeto de variados análisis, muchas mentes privilegiadas se han ocupado de tratar de determinar su verdadera importancia, existiendo diferentes opiniones.
Aunque en términos abstractos existe coincidencia en que debe ser una actividad positiva para la sociedad, la práctica política ocasiona divergencias importantes.
Ortega y Gasset, ese profundo y agudo pensador español, también trató el tema en cuestión. Ortega pensaba que quien no se ocupa nunca de la política es un inmoral, pero que quien solo se ocupa de ella es un imbécil.
Creo que nosotros debemos reflexionar seriamente acerca de quien nos sobra o nos falta dentro de la calificación de Ortega y actuar en consecuencia, ya que según éste, tan malo es ser indiferente, como hacer de este oficio el centro de todo.