Para ser un gobierno que, al decir de sus voceros y propagandistas, goza de una aceptación superior al 60%, con un candidato al que las encuestas proyectan ganador en las elecciones del próximo 15 de mayo, sus funcionarios se ponen demasiado nerviosos con las acciones y pronunciamientos de la oposición, como si en el fondo no estuvieran tan seguros ni convencidos de su victoria. La contratación del ex alcalde de Nueva York Rudolph Giulliani como asesor de seguridad del candidato del PRM, Luis Abinader, es una buena muestra de esa tendencia a sobre reaccionar del gobierno, sus bocinas y corifeos, que de repente llenaron los periódicos y noticieros de televisión de críticas y descalificaciones al hombre al que se atribuye haber reducido la criminalidad en la Babel de Hierro, y lo hicieron con tanto ruido y aspaviento que indirectamente contribuyeron a publicitar aun mas su visita al país, y por vía de consecuencia también aportaron a sus objetivos políticos y electorales. Pero donde el gobierno se pasó de la raya fue con la “represión preventiva” con la que impidió una marcha de autoridades, profesores y empleados de la UASD al Palacio Nacional para exigir el cumplimiento de la ley que otorga el 5% del Presupuesto Nacional a esa academia, con el inaceptable argumento (no se presentaron las pruebas) de que se proponían provocar desórdenes por instrucciones del candidato del PRM, el Falpo y el Movimiento Rebelde del carpetoso Juan Hubieres. Una marcha, hay que decirlo, que autorizó el mismo funcionario que momentos antes de iniciarse salió corriendo para la casa de gobierno a justificar con esa acusación la violenta represión de la protesta, que dejó un saldo de al menos nueve empleados y estudiantes heridos a perdigonazos. Después de ver esa reacción del gobierno, tan excesiva como peligrosa, hay que preguntarse: ¿Y si no tuvieran tanta ventaja en las encuestas, qué serían capaces de hacer?