Sobre responsabilidades y locuras

Sobre responsabilidades y locuras

Por supuesto. El primer mandatario de la Nación es siempre el supremo responsable de cómo se administra el Estado durante su gestión. Pero, en realidad, mucha culpa de lo malo o mucho mérito de lo bueno, corresponde a quienes se desempeñan como consejeros, como asesores, como expertos en la enormidad de zonas que requieren de conocimiento especializado, imposible de abarcar aún por el más avanzado gobernante.

¿No engañaban, astutos personales del «anillo palaciego», a un político tan brillante, desconfiado, frío y calculador como Joaquín Balaguer? Eso ya es mucho decir. ¿Qué no harán, qué pajaritos no pintarán en el aire quienes, pegados a las orejas del Presidente, buscan sólo beneficios personales, y mienten a más no poder, confiados en que el malhadado «borrón y cuenta nueva» habrá de persistir con un «motto», un lema sólido que mantendrá la ignominia de que, a su salida del poder, los Presidentes (salvo excepciones hijas de pasiones vengativas del nuevo poder) no tienen que rendir cuentas de su administración.

El Presidente Mejía, curándose en salud (medicina preventiva) afirmaba que a los ex-presidentes había que respetarlos, y, al parecer detuvo intentos acusatorios contra ex-mandatarios.

Existe la impresión de que su apoyo ilimitado a un número de malandrines, (no obstante el conocimiento nacional e internacional que es sobradamente acusatorio) basado, el señor Mejía, en su inamovible protección a sus amigos, a «la gente que se fajó» en la pasada campaña presidencial, o que agenció fortunas durante aquel proceso eleccionario, esos delincuentes reciben aún el apoyo oficial.

Me parecería muy bien, si se tratara de sus empresas personales: «Al que es amigo, lo protejo». Aunque abrigo hondas dudas de que Mejía, en sus empresas privadas, sea capaz de tolerar estafas, tramposerías y manipulaciones dolosas, sin tomar las justas medidas correspondientes. Por lo menos, despido violento.

El problema radica en que el dinero del Estado, no es de nadie. Así lo sienten los jefes. Y es que no se trata de sus recursos personales. Se trata del dinero de los inermes contribuyentes, cuyos ingresos (los de quienes pueden trabajar y producir mínimamente) han sido reducidos a niveles insoñados.

El triunfo de Leonel Fernández y e l PLD, luce indetenible. Mi esperanza radica en que, una vez electo y puesto en posesión, Fernández sepa alejar los malos consejeros, y además de un hombre honesto como Rafael Alburquerque, escoja personas sensatas para las Secretarías de Estado. Les otorgue capacidad para actuar y ser responsables de la excelente, mediocre, buena o mala función que desempeñen, cancelándolos cuando merezcan tal sanción, y manteniéndolos en el cargo si realmente lo merecen por sus actuaciones, sus aceptaciones y sus negativas prudentes para el país.

Que no suceda que delincuentes del alto gobierno, descubiertos por fuerzas norteamericanas, persistan en sus cargos y hasta sean ascendidos los de rango militar.

Las encuestas, y me refiero a la última realizada por Hamilton-Hoy y publicada este reciente jueves 29 de abril, que otorga 54% a Leonel Fernández, 27% a Hipólito Mejía y 14% a Eduardo Estrella, me trae una inquietud apesadumbrante: La mayoría de los electores (54%) cree probable que se requiera una segunda vuelta electoral.

Me aterra el dispendio inútil de fondos -que son nuestros, que salen de nuestros bolsillos escuálidos- en una segunda vuelta.

Me temo que sea verdad que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen. Si los dominicanos estiman que el gobierno del señor Mejía es bueno y merece continuar, que lo decidan en la primera vuelta. Si, como se percibe abrumadoramente, este gobierno ha sido un desastre enloquecido, pues que lo manifiesten el 16 de mayo, claramente, sin posibilidad de segunda vuelta, que sólo servirá para obtener el mismo repudio a la Administración (Administración?) Mejía, pero conllevando un gasto extraiordinario, que pagamos nosotros, los ciudadanos, las víctimas de los manejos de la política sucia e indigna…que tal vez, por las características milenarias de estos manejos, nunca puede ser cabalmente pulcra, decente y limpiamente patriótica.

Aunque si más pudorosa, honesta y bien intencionada para el conglomerado nacional.

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