Sobrecogidos por la tragedia de New Orleans

Sobrecogidos por la tragedia de New Orleans

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Las presentaciones que desde el pasado martes 30 nos está ofreciendo la televisión norteamericana de lo acaecido en tres estados del sur estadounidense al paso del poderoso huracán Katrina sobrecogen de espanto, tristeza y mueven a reflexionar acerca de la conducta humana sometida al rigor de una tragedia que convirtió a esos sureños, en su mayoría de color, en seres confundidos y agresivos.

Nadie se imaginaba que la tragedia iba a ser de tanta furia en una rica región que ahora está sometida a la pobreza, cuando su enorme población de color fue la más afectada, y a la cual, durante los primeros cuatro días, después del paso del huracán la mantuvieron sin agua, techo y sin alimentos por unas autoridades faltas de liderazgo y sobrecogidas por la magnitud del fenómeno atmosférico que asombró por su violencia.

Desde el domingo 28 las autoridades del Estado de Lousiana dieron la orden de evacuación obligatoria de la ciudad de New Orleans, y una buena mayoría de los residentes de clase media y de mayor poder adquisitivo abarrotaron las autopistas en su escapada de la región, pero la inmensa mayoría de la población de color no tenía con qué salir ni como salir de sus casas para no dejar sus pertenencias a la merced de los vientos y de los saqueadores. Las autoridades estatales no disponían de medios para evacuar a la mayoría, que prefirió luchar contra la adversidad, y buena parte terminaron ahogados o en los techos de sus casas, esperando que le llegara el socorro que paulatinamente iba apareciendo desde el miércoles 31.

La gran población afroamericana pobre de Lousiana, Alabama y Missisippi resistió, y fue vencida por el huracán, y al ocupar los refugios, no contó con el abastecimiento de agua y alimentos básicos, por lo que muchos murieron; tampoco existían facilidades sanitarias tanto en el Centro de Convenciones de New Orleans y en el enorme Super Dome, que sufrió los daños de la violencia de los vientos, perdiendo parte del techo.

Fue todo una ocurrencia de los errores humanos, por la falta de coordinación, lo que ocurrió cuando se comenzaron a enviar en autobuses a los refugiados a Houston para albergarlos en el antiguo Astrodome, cerrado desde hace varios años. Ese largo viaje no fue del agrado de los damnificados, que se vieron arrancados de su hábitat, y hasta de sus familiares, para encerrarlos en un lugar desconocido, donde tampoco al principio recibieron una buena asistencia.

Luego se decidió realizar la evacuación en aviones para llevar a miles de damnificados a Houston, Dallas y a San Antonio, de forma que se despejara el terrible ambiente que existía en New Orleans, con sus calles inundadas, que para desaguarlas es necesario reparar los diques de contención de las aguas del río y del lago que la rodea, para luego bombear el agua en una ardua tarea que requerirá hasta tres meses de intenso trabajo. O sea que New Orleans para los próximos meses o años es una ciudad fallida, sin poder proporcionarle los más mínimos servicios de calidad a la población, principalmente negra, que protagonizó feas acciones de saqueo, destruyendo comercios y propiedades en actos de vandalismo que se pensaba eran típicos de poblaciones del tercer mundo.

El huracán Katrina hizo aflorar la debilidad que padece la población de color en Estados Unidos, y más en los estados sureños, que externaban su amargura y desesperación al no tener un hogar y pasarán muchos meses hasta que vuelvan a tener un techo seguro y con el trauma que alguna vez en el futuro podrían recibir nuevos golpes de la Naturaleza. Esto es distinto a las reacciones de la población de la Florida, que el pasado año se vio afectada por el paso de cuatro huracanes.

En el seno de las autoridades federales y estatales existió una enorme falta de liderazgo, en que las órdenes se tropezaban unas con otras, sin una cabeza al frente como la que exhibió Guilliani después del atentado a las torres gemelas en New York. Incluso el alcalde de New Orleans, un afroamericano colérico y desesperado arremetió contra las autoridades federales, tratando de ocultar su inoperancia frente a la magnitud del desastre que no pudo ser enfrentado con entereza por la alcaldía de esa ciudad, y mucho menos por la gobernación del Estado, pese a su orden mandatoria de evacuación, que fue acatada por los sectores de clase media y alta, que al retornar a su ciudad, solo han encontrado destrucción de sus hogares sin poder recuperar nada de sus recuerdos y de sus vidas.

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