Con los ingresos recaudados por impuestos es como deben pagarse los intereses y demás gastos públicos. El principio comenzó a violarse en 2008, gastándose más de lo recaudado, aplicándose la política “contracíclica” o de “antiausteridad” apoyada en presupuesto desbalanceado.
Lo que tuvo justificación por dos o tres años, el problema es que se prolongó en el tiempo bajo la creencia de que el presupuesto puede ser deficitario, porque nuestro problema ha sido de liquidez exclusivamente y no de insolvencia. Que la deuda acumulada la pagaba el sostenido crecimiento de la economía.
Como consecuencia, cada dólar que se gastó en exceso generó casi un dólar de deuda pública hasta 2015. El presupuesto acumuló un faltante de 13,750 millones de dólares, un promedio anual de 1,964 millones de dólares, o 3.05% del PIB. Pero la deuda del sector público no financiero aumentó mucho más, en casi trece mil millones de dólares, anualmente 1,848 millones de dólares.
Creando el círculo vicioso de que cada año aumenta el pago por intereses y se reduce lo que sobra para el gasto social. De intereses por deuda interna y externa, de cada cien pesos recaudado de impuestos se pagó diez y siete pesos en 2008, y sin aumentar las tasas este año se pagarán veintiún pesos y veinticinco el próximo año. El panorama es peor en 2018.
La política “antiausteridad” tuvo su lado positivo en los ocho años y acumulado la economía creció 36.8%, anualmente 4.6%. Necesitó casi diez y seis años para duplicarse. Pero la deuda creció mucho más, anualmente 10.7%, se duplicó cada seis años y medio. De esa comparación es que surge la paradoja de que para crecer y crear empleo se debió aumentar la deuda pública.
Precisamente por el diferencial de crecimiento y del tiempo que se necesitó para duplicarse en el caso de la economía y la deuda, es que se hace cada vez más difícil pagar los intereses, lo que podría conducir a la insolvencia. La historia enseña que si aún con buen comportamiento de la economía no es posible pagar sin perjudicar los sectores sociales, la insolvencia es el siguiente escenario que sigue, para pagar la deuda con inflación que reduce el valor, para reestructurarla y/o para condonar una parte.
Escenario que podemos evitar reformando el sistema impositivo y mejorando el gasto. Es lo que haría sostenible la deuda como porcentaje del PIB. No hay otra salida, el gobierno, los empresarios y la oposición política tienen que ponerse de acuerdo para aprobar la reforma que se necesita. Minimizando el efecto negativo de corto plazo sobre el crecimiento y el empleo, para lo que es necesario tener presente lo siguiente.
Uno, no es posible seguir acumulando préstamos sobre cargas de deuda ya elevadas. Dos, mayor es el efecto negativo subiendo impuestos y reduciendo la inversión que bajando el gasto corriente. Tres, el “multiplicador fiscal” nos dice que cada peso de gasto ha impulsado el ingreso nacional en seis pesos, el doble del efecto que tiene en la zona del euro según estudio del FMI (Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers). Y cuarto, aplicarse la filosofía de que el presupuesto anual debe financiarse con los impuestos, y “sobrar para mañana”.