Sobreponerse

Sobreponerse

Si hay algo que persiste en el espíritu del dominicano, es la capacidad de sobrellevar sus dificultades y sobreponerse a los avatares.

En la literatura y en la sociología, el pesimismo hizo su aparición en épocas muy tempranas en esta media isla, pero a pesar de los vaticinios, el pueblo dominicano siempre sacó fuerzas y superó –quizás con lentitud para el gusto de algunos, pero de manera inexorable—  cada uno de los obstáculos que se le han presentado.

Es cierto que muchas veces nos parece que la Nación está atrapada en un círculo vicioso. Los problemas económicos, de organización y los elementales servicios parecen ser los mismos por generaciones, y cuando de alguna manera tenemos la impresión de que escapamos del redondel, volvemos al mismo lugar.

Somos ineficientes, ciertamente, y parece que este defecto nos acompañará por algún tiempo todavía, sobre todo si tomamos en cuenta el mal estado de nuestro sistema educativo, no porque las escuelas estén físicamente dañadas, sino por la precariedad en la preparación de la mayor parte de los que se dedican a la enseñanza o a administrar los recursos que se destinan a ella.

Sin embargo, nada nos impide que superemos estas dificultades.

Para algunos de nuestros pensadores –asombrados por la capacidad de sortear dificultades— la Nación Dominicana ha estado protegida por la Virgen de Las Mercedes, por Nuestra Señora de la Altagracia, por una Mano Divina o nuestros Manes Tutelares, como prefería llamarlos el doctor Joaquín Balaguer. Para otros de nuestros estudiosos, ha sido la voluntad de continuar como nación, a pesar de todas las penurias, lo que ha permitido que lleguemos al siglo XXI, con independencia política – aunque para algunos está recortada –, y esto es algo que todavía no han logrado muchos pueblos hermanos de la región y otros han sucumbido.

Cada período histórico se cimienta sobre lo que construye la anterior generación. Casi siempre, como vemos en la literatura de toda la humanidad, cada generación considera que heredó poco y que aportará poco a la siguiente.

Aunque esto es así en todas las latitudes, no debe ser causa de pesimismo, sino que debe revelarlos que es la inconformidad lo que promueve la ampliación de los cimientos de la civilización.

Aunque sintamos que estamos atrapados en un círculo vicioso no debe reducirnos a lamentarnos, sino precisamente a imponernos a esa debilidad y reunir las fuerzas colectivas para emprender soluciones.

II

La aparición de los nuevos signos de violencia, las carencias de los servicios esenciales y la impunidad de ladrones de toda laya y nivel social, nos pone de manifiesto que los dominicanos debemos emprender soluciones colectivas a estos problemas si en verdad queremos superarlos.

Quizás donde ha estado nuestra mayor debilidad ha sido en que hemos individualizado hasta ahora lo que debe ser un accionar colectivo y perdimos la perspectiva de la solución que debe involucrar a toda la sociedad.

Las voces en este sentido son cada vez más frecuentes y por tanto aparecen los signos de aliento.

Si bien es cierto que parece que estamos en un círculo vicioso no es menos cierto que en estos momentos las cosas parecen haber llegado a un punto en que lo romperemos.

Todos sentimos el apremio, unos consumidos por la desesperanza, pero otros –los más aguerridos y luchadores—dispuestos a imponerse a la adversidad.

Ni la sensación de impotencia ni el excesivo optimismo son malos. Son simplemente la expresión de la colectividad que comienza a despertar en nosotros cada vez con más fuerza.

Será esa sensación y el accionar colectivo lo que nos llevará a sobreponernos.

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