Sobrevivientes

Sobrevivientes

En los últimos años vivimos acorralados por el miedo, un temor difuso, presente, constante, invisible. Es tan palpable que de momento alguien inventará una tijera para cortar el miedo al despertarnos, hacer una puerta y salir a las calles, mirando hacia todos los lados, con ni siquiera un mínimo de seguridad.

Como aquí cuando no es Juan es Juana, ya colocamos rejas en todas las puertas, ventanas y huecos que tiene la casa, a fin de evitar la penetración de los ladrones, pero ¿cómo salimos en caso de incendio?

Colocamos alarmas, bastones, equipos que determinan, en todo momento, dónde están nuestros vehículos para si los roban, poder localizarlos antes de que los ladrones los desguacen.Instruimos a todos en la casa para que no abran las puertas salvo que sea persona conocida y de confianza, aún así, hay innumerables casos de robos y asesinatos cometidos por gente conocida y “de confianza”.

Hay que pagar el impuesto que cobra el cuidador de carro, el que le echa un ojo (y no se queda tuerto) porque de no hacerlo se corre el riesgo de que el mismo “parqueador” raye el vehículo, dañe la pintura, con un diseño exclusivo que nadie desea y cuesta dinero corregirlo.

No hay ninguna seguridad de que quien usa un carro público llegará a su destino sin ningún tipo de problemas. Las jóvenes que asisten en las universidades y liceos en horas nocturnas, siempre están expuestas al acoso, al robo, a la violación y hasta la muerte.Los dueños de colmados, salones de belleza, talleres, farmacias y toda suerte de negocios de único dueño, aquellos que no tienen empleados o disponen de muy pocos, también son asaltados.

Si acudimos al banco hay que saber que si sacamos una suma considerable podemos ser esperados y atracados a la salida del edificio, en el estacionamiento, en las calles cercanas, por gente que nos sigue desde dentro de la institución financiera.

En los mercados, en los centros comerciales, en los estadios deportivos, en los cultos y procesiones, en los mítines políticos, en las filas para comprar cualquier tipo de producto o servicios, pagar tributos, podemos ser víctimas de carteristas.

Las mujeres prefieren salir a las calles sin prendas, sin relojes, zarcillos, cadenas, arillos, para evitar ser asaltadas y atropelladas.

Si compra o vende bienes raíces, ni pague ni cobre en efectivo, eso puede ser lavado de activos, pero si acepta un cheque cerciórese, personalmente con el banco contra el cual se gira, que hay provisión de fondos para hacer frente al pago.

Paro ahí y pregunto: ¿Vivimos? Somos sobrevivientes del miedo. Nada más.

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