Sociedad civil en agonía

Sociedad civil en agonía

La sociedad civil dominicana nunca ha sido fuerte. No podía desarrollarse en la dictadura de Trujillo. En los años sesenta y setenta, Joaquín Balaguer se encargó de golpearla en sus dos expresiones más organizadas de aquel entonces: el movimiento sindical y estudiantil. El empresariado, por su parte, se plegó a los designios de Joaquín Balaguer para ser beneficiario del Estado clientelar.

Al llegar la transición democrática de 1978, los partidos políticos tenían mucho poder sobre las débiles organizaciones sociales, y los llamados frentes de masas del PRD crearon la sensación de que había un fuerte movimiento social. La capacidad de convocatoria de José Francisco Peña Gómez contribuía al espejismo.

Pero en realidad, los frentes de masas perredeístas tuvieron escasa incidencia en la articulación de los gobiernos del PRD. Siempre predominó el divorcio entre la élite perredeísta, que instauró un sistema clientelar para su propio beneficio, y la necesidad de dar respuesta a las demandas sociales de su amplia militancia.

Esto explica, en parte, las precarias gestiones gubernamentales del PRD. Sin un sistema eficiente de distribución de recursos, los gobiernos perredeístas eran rápidamente prisioneros de las presiones clientelares que sobrepasaban la capacidad de gobernar con eficacia.

En los años ochenta terminó de desintegrarse la izquierda dominicana, y en su lugar, surgió una pequeña pero activa sociedad civil de capas media interesada en promover reformas políticas. Su sustento financiero provenía de los nuevos programas de financiamiento internacional para la promoción de la democracia que impulsaron Estados Unidos, la Unión Europea, los organismos internacionales y las agencias de cooperación privadas.

Este movimiento se afianzó en República Dominicana en la década de 1990, ante la insistencia de Balaguer de permanecer en el poder y los esfuerzos para expulsarlo.

En esos años la sociedad civil era pequeña pero adquirió capacidad de hacer opinión pública. Por eso algunas de sus organizaciones han sido tan atacadas por los partidos políticos y por importantes medios de comunicación. El ejemplo más claro es Participación Ciudadana, querida u odiada por la prensa y los partidos, dependiendo de las circunstancias.

Importantes sectores empresariales se unieron a las organizaciones de capas medias con el objetivo de remover a Balaguer del poder, pero una vez el viejo caudillo desapareció, los empresarios se desvincularon del resto de la sociedad civil con la que habían hermanado.

En la actualidad, esa sociedad civil de capas media agoniza. Los fondos de la cooperación internacional disminuyen y se enfrentan a partidos cada vez más clientelares y omnipotentes.

Mientras la sociedad civil languidece, los partidos políticos navegan en recursos. Se nutren del financiamiento público, de los recursos del Estado cuando están en el poder, tienen carta abierta para recaudar en el sector privado, y se especula que también reciben dinero del narcotráfico.

Los partidos políticos dominicanos son hoy fuertes porque cuentan con grandes recursos públicos y privados para aceitar sus clientelas políticas.

Con un sistema de partidos clientelar y de abundantes recursos, y una sociedad civil débil y de escaso financiamiento, el Estado corrupto y corruptor se fortalece, y no hay voluntad para institucionalizar el sistema democrático.

Los políticos sacan ventaja. En el mejor de los casos ignoran las necesidades y demandas sociales, y en el peor, las ignoran y se dedican a desacreditan a los representantes de las organizaciones sociales.

Es una relación de poder muy desigual, donde los partidos llevan la voz cantante por los recursos que manejan.

Así, la sociedad dominicana vive en un cascarón de democracia, poblada de políticos sordos antes las grandes necesidades sociales, y nada sirve de contrapeso a sus ineficaces gestiones.

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