Sociedad esclavista: Las plantaciones en Santo Domingo, siglos XVI – XIX

Sociedad esclavista: Las plantaciones en Santo Domingo, siglos XVI – XIX

Las plantaciones en Santo Domingo, siglos XVI – XIX

Por: Amaurys Pérez Vargas
Los orígenes del sistema esclavista dominicano se encuentran vinculados con las plantaciones azucareras que se desarrollaron rápidamente por toda la isla a principios del siglo XVI. Estas haciendas constituían, desde el punto de vista económico, una unidad productiva que operaba de forma vertical en su estructura organizacional, pues en ella laboraban “decenas de trabajadores esclavos y un número reducido de libres, lo que tuvo consecuencias en el conjunto de las relaciones sociales, específicamente en la población esclava que se encontraba en una condición de separación de los medios de producción y de sometimiento a condiciones de trabajo extremadamente duras, originadas en la necesidad de optimizar la utilización del trabajo en la generación de bienes destinados al mercado”, tal como nos lo explica el Dr. Roberto Cassá en su Historia económica y social de la República Dominicana.

Siguiendo esta descripción, se puede entender mejor las tres fases fundamentales que seguía el proceso de producción colonial, el cual se iniciaba con el trabajo de la tierra, pasando por la transformación de la materia prima (en producto por vía de la manufacturación) y terminado en la comercialización de la mercancía. En todas estas etapas, había un claro criterio mercantilista que orientaba a los propietarios a regirse por la “exigencia de optimizar la productividad a través de un manejo adecuado de los factores de producción, especialmente la mano de obra”. Así pues, la riqueza con la que los amos sustentaban sus acomodados estilos de vida radicaba en la explotación inmisericorde del esclavo, a quienes se les aplicaba todo tipo de medidas tendentes a evitar acciones de solidaridad y resistencia.

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Entre los mecanismos de dominación adoptados estuvo el aprovechamiento de la diversidad, en materia de sus orígenes étnicos, pues los esclavos se diferenciaban por tener diferentes lenguas, religiones, tradiciones, entre otros aspectos, que sirvieron para mantenerlos divididos. Por lo regular, en las plantaciones había 3 categorías de esclavos: aquellos que afanaban en la plantación y tenían la carga de trabajo más pesada; los que tenían algún nivel de especialización (carpinteros, carreteros, herreros, etc.) y los domésticos que estaban asignados a las residencias de los amos. Al respecto se deben tener en cuenta los dos modelos de ingenios que (a nuestro conocimiento) existieron en el país, ya que, por un lado, estaban los trapiches movidos por tracción animal, y por el otro, los que llevaban a cabo la molienda por fuerza o presión de agua, empleando los conocimientos de la ingeniería hidráulica.

A pesar de la estrepitosa caída que sufrió la industria azucarera a finales del siglo XVI, no hay dudas de que el arquetipo de los ingenios azucareros que se implementó en Santo Domingo tuvo a bien prolongarse durante más de dos siglos en las distintas posesiones europeas de la región del Caribe y particularmente en nuestra colonia, donde las unidades productivas se mantuvieron generalmente de manera dispersa y moderada, hasta el final de la esclavitud en el siglo XIX. Ciertamente, el modelo de las plantaciones no se destinó solamente para la elaboración del azúcar, pues apareció también en la producción de otros importantes rubros como el café, tabaco, cacao, algodón, etc. Vale decir que el ciclo del azúcar coincidió en nuestra colonia con el apogeo de la esclavitud, cuando al negro fue asumido como una valiosa fuerza de trabajo, necesaria para el desarrollo económico.

Prof. Amaury Pérez, Ph.D. Sociólogo e historiador UASD/PUCMM

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