Sociedad humana contemporánea

Sociedad humana contemporánea

Sergio Sarita Valdez

Pensar si una persona sería capaz de sobrevivir alejándose totalmente del resto de sus semejantes nos conduce a un tipo de razonamiento utópico. En el mundo actual cada individuo acredita su valor tal cual lo haría la abeja del colmenar. Somos parte de un complejo integral interdependiente. Los terrícolas que habitamos este planeta hemos creado una compleja malla multicolor cuya sostenibilidad depende de la capacidad que tengan unos para entenderse con los otros. La frase lapidaria del pasado gobernante azteca don Benito Juárez que dice: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, cobra hoy más vigencia que ayer. La convivencia pacífica es una apuesta obligada, lo contrario nos conduce al desequilibrio de una guerra fratricida.

Las tensiones mundiales son una perenne amenaza a la existencia global. Nunca se había registrado el insólito fenómeno de contar con varias naciones capaces de ponerle fin a la humanidad con solo apretar un botón por un instante. Así de vulnerable es la seguridad terrenal.

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Hombres y mujeres conscientes del momento histórico que vivimos tenemos la responsabilidad de alertar a los demás acerca de la fragilidad del edificio que hemos construido. Cualquier desacierto local puede tener repercusiones más allá de lo deseado y por ende convertirse en el detonante que encienda la chispa que provoque una explosión e incendio de consecuencias sociales fatales incalculables. La guerra entre la Federación Rusa y Ucrania se acrecienta sin que en lo inmediato se vislumbre el fin de esta. El continente africano tiene hambre de paz; el Medio Oriente mantiene una guerra de baja intensidad permanente, mientras que en el área del mar Caribe, oscuros nubarrones se forman en la Isla de Santo Domingo en la frontera que separa a la República de Haití de la República Dominicana.

La decisión del Gobierno haitiano de apoyar la construcción de un canal que desvía en sus inicios las aguas del río Masacre que divide en el norte a ambas naciones está generando una situación con peligro de explosión. La negativa a detener la construcción en tanto se llevan a cabo las negociaciones basadas en el derecho internacional ha obligado al Gobierno dominicano a tomar medidas de fuerza como son la parálisis del intercambio comercial y del tránsito entre ambos Estados. No es momento para posiciones basadas en las emociones, ni tampoco de coyunturas políticas. Se trata de hacer valer los tratados vigentes entre las partes. La mesa de negociación y la diplomacia son las armas inmediatas a seguir utilizando. La sensatez, la cordura y el debido comedimiento tendrán que acompañarnos por todo el trayecto que tengamos que andar defendiendo la soberanía dominicana. Somos eternos amantes de la paz, ello no significa que renunciemos a transitar por terrenos menos deseados si las circunstancias así nos obligan.

En tiempos borrascosos debemos tener la mente clara y el espíritu fortalecido para enfrentar exitosamente las vicisitudes que las circunstancias nos deparan.

El pensamiento duartiano seguirá siendo nuestra guía tal como lo expresara el prócer: “Es bueno que yo os diga desde ahora (más que sea repitiéndome) que por desesperada que sea la causa de mi Patria siempre será la causa de honor y que estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.