Sociedades deben gestionar recursos, no solo dinero

Sociedades deben gestionar recursos, no solo dinero

En algún momento de la evolución de las sociedades humanas, el dinero se convirtió – al menos en nuestras mentes – en un recurso en sí mismo.

Tal vez por su capacidad para convertirse en muchas cosas – no en todas – percibimos al dinero como si fuera más de lo que es: un instrumento para medir valor y almacenar riqueza.

En verdad, el dinero no es un recurso. Es, si acaso, una promesa para acceder a recursos.
Para que se entienda mejor: no puedes comerte un billete de cien pesos, ni puedes montarte en él para ir de un lugar a otro; pero puedes comprar alimentos y pagar tu transportación con él.
Esta distinción, en apariencia sutil, tiene grandes implicaciones.

¿Qué pasa con los recursos cuando los equiparamos automáticamente al dinero? Que tendemos a perder la sensibilidad respecto de su verdadero valor. Y, de manera también automática, tenderemos a desperdiciarlos, pues mediremos solo su costo y no su cantidad.

En otras palabras, gestionar solo el dinero, y no los recursos, equivale a perseguir la sombra y no al sujeto que la provoca.
En nuestra confusión, hemos llegado incluso a monetizar el ahorro. Pretendemos ahorrar dinero, y eso está bien.
Pero nos olvidamos de ahorrar recursos, esto es: alimentos, combustible, energía, tiempo, etc.

Al ahorrar recursos, todo es beneficio: reducimos impactos físicos reales – ambientales, sociales – y el ahorro de dinero deja de percibirse como una faena pesada y se convierte en una consecuencia natural

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