¡Socorro!

¡Socorro!

MANUEL E. GOMEZ PIETERZ
¡Socorro!, es el grito angustiado de desesperación y agonía de una clase media severamente amenazada y en acelerado proceso de extinción. Cuando como clase desaparezca, habrá llegado la terrible ocasión de la alianza con la vasta, anónima e inextinguible clase de los que nada poseen excepto su voluntad de morir. Porque morir como individuo cada día,es el cotidiano y habitual designio de los condenados a subsistir en la pobreza extrema.

Quien esto escribe es un ciudadano de clase media que al final de su etapa productiva sufre los rigores de una política gubernamental que se propone superar con impuestos frescos, y viejos revisados y aumentados, los efectos de la enorme crisis desatada y sistemáticamente agravada por la incompetencia y la corrupción en todas sus formas y modalidades acunadas en y por quienes desgobernaron nuestro país hasta el pasado 16 de agosto. Tal política pasa la abultada cuenta del desastre a sus víctimas, al paso que a los victimarios se les otorga graciosa y gratuitamente el recibo certificado de saldo y finiquito de la impunidad.

Si el enorme costo de la recuperación económica y social de este país fuese financiado mediante la recuperación de las enormes fortunas acumuladas por el fraude, el desfalco, la prevaricación y el sumergido tráfico de influencia, en suma, por todas las modalidades de la corrupción política de quienes devastaron este país; el «Ciudadano Yo» se vería liberado de la angustiosa «fobia del supermercado». De la exacción de un impuesto a su vivienda familiar, que este año no podrá pagar ocho veces lo que pagó en el 2004; por una vivienda con tres dormitorios y dos baños pequeños, que en 1979 adquirió por noventa mil pesos y en la que lo realmente suntuario es un impuesto ¡que excederá los cuatro mil pesos mensuales! Como si la inflación fuese un activo redituable del propietario, colocado en un banco en beneficio del apetito gubernamental. La imposibilidad del contribuyente de cumplir tal medida la convierte en confiscación y en exacción expoliadora.

Y qué decir de los seguros del automóvil y la vivienda, cuyos excesivos impuestos han multiplicado por tres su valor. Y de la extorsionadora modalidad de las EDES de aumentar sus ingresos al margen de las lecturas del medidor y de los apagones, en base a un hipotético historial de consumo determinado, como si aquellos no existiesen. Ilegal e inmoral estratagema para cobrar los apagones ¡como forma de consumo no facturado! Al «Ciudadano Yo» le cortaron subrepticiamente el servicio con pago al día, exponiendo su planta de emergencia a nueve horas de funcionamiento hasta que a las dos de la madrugada, casualmente notó que estaba en funcionamiento habiendo energía en el sector. Dos días después del corte, un mensajero de las EDES nos entregó la factura que alegaba «un impago de 46 mil pesos». Que realmente cualquier magistrado probo podría calificar como abusiva extorsión.

La corrupción política en todo su espectro y la impunidad reinante está propiciando un estado de «nueva moralidad» que estimula el desfalco, abona la permanente institución del prevaricato y veta la posibilidad de que cualquier acción futura de gobierno sea favorable a los estratos de clase media hacia abajo. El ciudadano de clase media, a menos que sea funcionario del gobierno, no puede acceder a los frecuentes conciliábulos sociales de ricos y políticos en «Romana» o Punta Cana. Tampoco es objeto del interés de la demagogia partidaria. Nuestra vapuleada clase media sólo puede aspirar a que su angustiado grito de ¡socorro! encuentre oído político receptivo. O aceptar con resignación la terrible sentencia que Dante coloca a la puerta del infierno: «¡Oh los que entrais, dejad toda esperanza!».

Nadie en este país ha ofrecido como nosotros, a través de innumerables artículos de prensa, tan sustancial apoyo al Presidente Leonel Fernández y a su partido. Movidos por nuestras firmes convicciones, no por la obsecuencia o el interés personal. Porque creemos en sus dotes personales y más firmemente aún, que indudablemente es el heredero político del doctor Balaguer por decisión de éste. Por ello, no dudamos ni vacilamos en afirmar al final de su primer mandato que volvería a ostentar la Primera Magistratura de la República. Modestamente y sin creernos inmunes al error, nos sentimos moralmente autorizados a señalar a este gobierno las desviaciones en que a juicio nuestro incurría «en su ir p’alante». Y esto, sin caer en engreída petulancia ni en la oposición que conspira. ¡Conspira!, y ¡conspira!

Consideramos nuestro deber recordarle al Presidente que la acción política debe regirse con equilibrio de la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. La primera es, según Weber, la de los grandes principios morales que deben sustentar los objetivos de los grandes proyectos en el normal discurrir de las cosas. Es la que hace que el líder sea querido por la gente. La ética de la responsabilidad es la que debe ser aplicada para que la de la convicción sea posible. Es la de los grandes momentos de crisis, la que pone a prueba el liderazgo y concita en el corto plazo la antipatía de la gente y su reprobación del líder. La responsabilidad del gobierno en la crítica coyuntura actual,consiste en evitar por todos los medios posibles el triunfo de la conspiración de los corruptos para destruir la democracia y restaurar y entronizar el caos y la anarquía. La de los altos funcionarios del gobierno, ser más conscientes de sus responsabilidades y menos pagados de su categoría de funcionario, que los aísla y les impide la comunicación con la gente, que es la que realmente paga su salario.

Ahora es muy difícil –si es que no materialmente imposible– entrevistarse en una circunstancia apremiante, con un funcionario público de alta jerarquía, que o está de viaje, o tiene su agenda congestionada, o una urgente asignación que terminar en tiempo precario. ¿Será que la escalada del ‘come solo’ es la del comer sólo con la plutocracia? Es justo reconocer que hay honrosas excepciones. Pero al «Ciudadano Yo» no le ha asistido la suerte.

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