Sofisma balaguerista

Sofisma balaguerista

JOSÉ B. GAUTIER
El análisis crítico pudo haber sido hecho sobre cualquier otro tema; todos menos uno vedado,- ese que produce escozor y ronchas cuando se busca establecer la verdad histórica hurgando sobre los destrozos causados por el maremoto o tsunami político que arrasó con la naciente democracia del país después de superada la trágica tiranía trujillista. ¿O es acaso que queda todavía alguna tecla que no conviene tocar en el acordeón político internacional,- alguna nota que no fue apuntada como acordada en el pentagrama político secreto de la época? Insisto en saber: ¿Fue negociada entre el Presidente Balaguer y algunas potencias extranjeras que temen a la migración haitiana en sus países, la soberanía nacional en 1966, con la contratación masiva de jornaleros agrícolas haitianos para asentarlos en vientos de miles de tareas de tierra bajo reforma agraria estatal pertenecientes a los ingenios azucareros socializados, a cambio de continuar en el poder indefinidamente?

¿Por qué la reforma agraria de 1972 fue de tipo comunista donde el Estado conservaba la propiedad de grandes extensiones de tierras cultivables y el gobierno permitía y hasta alentaba de que fueran trabajadas por inmigrantes ilegales haitianos, como el caso específico del cultivo de arroz, de guineos, de tomates?

Estos son temas vírgenes, entre muchos sin respuestas, silenciados por el abuso de poder sufrido, que esperan ser contestados. Toda la sociedad dominicana tropieza a diario con los residuos tangibles y envenenados de una política gubernamental descabellada, torpe y comprometida, cuyos efectos y consecuencias no se ponderaron en el momento de implementara por el egocentrismo y el egoísmo de una sola figura política nacional y perduran como estigmas imborrables de un pasado político oprobioso. Solo resta a las nuevas generaciones examinarla con transparencia y honestidad para no repetirla.

No hay dudas de que una cosa piensa el burro y otra, muy diferente, el que lo apareja. Claro está que en este país vivieron personas «honorables» durante los gobiernos que ejerció el poder político absolutista, el presidente Joaquín Balaguer, que a pesar de compartir el mismo espacio territorial, no fue el mismo país en que vivieron muchos otros dominicanos que fueron muertos unos, perseguidos o silenciados otros, vejados los demás por el abuso de poder de un sistema político continuista, opresivo y autoritario donde se ignoró el respeto a los derechos humanos y se atropellaron las libertades públicas como el derecho a disentir y a la libre expresión del pensamiento.

En ese otro país fueron asesinados con saña e impunidad periodistas como Goyito García Castro y Orlando Martínez y fue masacrada una generación de jóvenes luchadores como Amín Abel Hasbún y Francisco Alberto Caamaño. En muchos programas de radio y televisión fueron prohibidas las participaciones de fogosos líderes políticos como el caso del carismático José Francisco Peña Gómez. La censura «voluntaria se cultivó en la prensa. Se restableció el miedo, la inseguridad. Se activo una DNI para que siguiera los pasos del SIM. Se vivió bajo la amenaza destructora de «bandas colorá» urbanas, de invasiones de propiedades rurales productivas hechas a nombre del partido en el poder como el MAR y de muchos militares «incontrolables» que realizaron campañas políticas partidaristas a favor de ese caudillo embriagado de poder, con banderitas rojas exhibidas burlonamente en las puntas de sus metralletas.

Trago amargo que tuvieron que beber los opositores a las ambiciones sin limites de un psicópata cuya patología era causada por su afán reeleccionista incurable y vicioso.

En ese otro país también vivían jóvenes empresarios agropecuarios que soñaban con realizar una Revolución Verde, democrática, basada en una economía de mercado, de oferta y demanda, con garantías a la propiedad privada ,sin controles de precios, ni impuestos de exportación a los productos agrícolas (eran interminables sobre el café, cacao, tabaco, azúcar, plátanos, yuca, víveres, etc.), que cual cuerno de cornucopia, satisfaciera en abundancia las necesidades alimenticias locales y abasteciera grandes nichos de exportación con la introducción de la mecanización de la producción y el uso de la tecnología más avanzada de los sistemas de mercadeo y cultivo como invernaderos, riego por goteo y el mejoramiento y la selección de variedades.

Este concepto de trabajo en libertad, abierto, de eficiencia en el manejo del capital y del trabajo, del uso racional de la tierra y la tecnología generadora de riqueza a repartir en beneficios y salarios justos y de armonía entre empresa y trabajador de inmediato chocó con el país corrupto donde la lealtad al régimen político continuista se compraba a cambio de dádivas y privilegios,- ya comprometido por un «acuerdo», en diciembre de 1966, válido por cinco años y jamás renovado legalmente, «Sobre la contratación en Haití y la Embajada a la República Dominicana de Jornaleros Temporeros Haitianos» firmado entre el presidente Joaquín Balaguer y el dictador sanguinario haitiano, presidente vitalicio, Francois Duvalier, estableciendo la explotación inmisericorde de mano de obra haitiana con la retención de la empresa estatal receptora de parte del salario semanal del trabajador, un peso o dólar, para ser entregado a la representación de Haití (dígase unos cinco millones de dólares anuales en salarios retenidos, robados a los trabajadores haitianos pagados por el gobierno dominicano como soborno a Papá Doc), alojado en miserables bateyes-pocilgas de los ingenios azucareros socializados esparcidos por todo el territorio nacional pertenecientes a la industria azucarera socializada.

A mayor mecanización y uso de tecnología en los medios de producción, menor uso de mano de obra haitiana. Más desarrollo económico, menor atraso social. con este sistema de libre empresa podía surgir en el otro país no politizado una clase agrícola sin ataduras, fuerte e independiente de las consignas gubernamentales continuistas. Por eso fue aniquilada la Revolución Verde como perro rabioso bajo el terror implantado por los testaferros de la reelección presidencial y el continuismo político representada por una cavernaria Comisión para la Aplicación de las Leyes Agrarias semejante a un tribunal de la Inquisición medieval, que colgaban sus ejecutorias y amenazas como espadas sobre el cuello de cada empresario agrícola independiente que no obtemperara con el continuismo político. Otra oportunidad no pasada por alto por el país continuista para que el Estado adquiriera más terrenos expropiados y no pagados a sus legítimos dueños, para repartirlos entre la migración haitiana comprometida a vivir en territorio dominicano por conveniencia internacional y política.

Por otra parte, conocemos la Constitución  de la República con todas sus modificaciones, hemos estudiado las leyes del país, y hemos leído y repasado todos los acuerdos firmados sobre la contratación en Haití y la entrada a la República Dominicana de jornaleros temporeros haitianos. Pero que nos digan ahora con toda honestidad esas personas «honorables» que vivieron protegidas bajo la sombra del continuismo político balaguerista,- ¿a cuál tribunal de justicia se podía apoderar entonces para someter al Presidente de la República por haber cometido hechos reñidos con la Constitución y las leyes de la nación ? ¿Acaso a esa Suprema de Justicia complaciente y servil, cuyos miembros esperaban impacientes en los estrados, el sonar del timbre telefónico, la llamada del Consultor Jurídico del Poder Ejecutivo para dictar sentencia? ¿A cual vista pública celebrada en el Senado de la República se podía acudir a presentar sus puntos contrarios sobre determinada corrompida política agraria, sin ser agredido físicamente a puñetazos, por experiencia propia, dentro del mismo hemiciclo por los senadores?

Recordamos que escribimos un articulo titulado «¿Quien le pondrá el cascabel al gato?» para un periódico de la época y fue rechazado cortésmente por su director como ofensivo a la alta investidura Presidencial. La ley de Expresión y Difusión  del Pensamiento,- la ley mordaza,- sí era aplicable en el otro país continuista cuando los disidentes combatían la corrupción gubernamental que generaba la reelección presidencial.

¿Habrá llegado el momento en la nación dominicana de destruir sofismas sobre etapas gloriosas de figuras políticas abominables construidas como castillos de arena en la playa que no resisten la primera ola de criticas? Estamos dispuestos a aceptar el reto de esos que pretenden consagrar la mentira, como dogma de fe, en honor a la búsqueda de la verdad histórica.

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