Sogela Semán de Castillo – Cuaresma: tiempo de recordación

Sogela Semán de Castillo – Cuaresma: tiempo de recordación

He sentido la necesidad de escribir sobre lo que entiendo, como humilde cristiana, significa la Cuaresma.

La Cuaresma es un tiempo en que todos los cristianos debemos conmemorar la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro señor Jesucristo. Es época de recordación de lo que fue la vida de Jesús, que fue enviado por el Padre a este mundo para redimir nuestros pecados.

Debemos dedicarnos a recordar lo que Jesús sufrió; las vejaciones y el martirio a que fue sometido, aún sin haber cometido pecado alguno. Nuestro amado Jesús, que dedicó su vida a hacer el bien, a hacer milagros, sanando enfermos, levantando paralíticos, devolviendo la luz a los ojos de los ciegos, liberando endemoniados, sanando leprosos, resucitando muertos, curando a muchos seres del alma y liberándolos de sus vicios y sus ataduras.

Jesús, que vino al mundo a prodigar amor, a ser ejemplo de humildad, de abnegación con su prédica dulce y recta. Con su ternura sanó los corazones de los abandonados, de los despreciados y perdonó a muchos sus pecados, instándoles a arrepentirse y no pecar más.

¡Qué dolor tan grande sintió Jesús cuando fue condenado al calvario, a sufrir el peor martirio, a sentir su carne lapidada y traspasada por clavos! La vejación que sintió al ser torturado y escupido por ese pueblo al que tanto bien hizo. Sin embargo, cuando veía llegar la hora de su muerte, pidió a su Padre: «Perdónalos, porque no saben lo que hacen».

Recuerdo que cuando era adolescente en mi pueblo se conmemoraba la Cuaresma con un fervor diferente a los tiempos actuales. Se hacían Via Crucis diariamente. Luego, durante la Semana Santa, con recogimiento practicábamos ayunos, limosna y recordábamos con mayor fervor la muerte de Jesús. Se hacía una gran procesión en que asistía el pueblo y los que permanecían en sus casas la veían pasar con mucho respeto y solemnidad. Luego, ya el Domingo de Resurreción sí nos alegrábamos con la resurrección de Nuestro Señor de entre los muertos.

Pienso que en estos tiempos modernos debemos rescatar esta hermosa tradición de recordación valorando el sacrificio inmenso de Nuestro Señor Jesucristo en la cruz. Debemos hacerlo con recogimiento, en familia, tratando de crear conciencia en nuestros hogares de la enorme significación de esa época.

No permitamos que continúen perdiéndose los valores cristianos esenciales: el amor, la humildad, la caridad, la compasión, la misericordia. No le sigamos haciendo el juego a este mundo vano, donde se rinde culto al dinero, a las cosas materiales que, en definitiva, se pierden cuando uno menos lo espera.

Adoremos a Dios que envió su hijo al mundo como la mayor prueba de amor que podía darnos, para liberarnos de nuestros pecados.

Este es el tiempo de reconocer la dicha inmensa que tenemos de ser hijos de Dios, de descubrir lo afortunados que somos por haber sido lavados por la sangre preciosa de Nuestro Señor Jesucristo. Vayamos, pues, tras el Señor, asidos de Su Mano misericordiosa y veremos cómo nuestra vida se transforma, se llena de luz, para bendición de nuestras familias y de nuestra sociedad toda.

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