Soldaditos de chulerías

Soldaditos de chulerías

Como en los juegos de mi niñez, bien estructurados, obedientes, con líneas de orientación establecidas y siempre dispuestos a seguir la orden, los soldaditos jugaron un rol determinante en una etapa de mi vida. Y ahora que soy un adulto, nada guarda tanta similitud con ese afán expresado en la cultura mediática nuestra, en construir una red opiniones favorables alrededor de políticos, deportistas, artistas y empresarios.
El ritual es el mismo. Cooptar el equipo de promotores, reiterar el mensaje, hacerlo creíble, presupuestar los voceros y articular el contenido que parezca un flujo de opiniones coincidentes. Y la clase política parece seducida por caer en la trampa de ese trampolín de popularidad construido bajo falsas teorías que, se hacen duraderas, por el monto de recursos al alcance del nuevo mesías.
Ante el auge de los medios de comunicación, en cualquier punto del territorio nacional anda ese personaje celestial ansioso del juicio acomodado, el razonamiento inteligente y la ponderación lustrada desde una perspectiva independiente para destinar la pantalla televisiva, prensa escrita y la radio como destino final de esas chulerías indecentes capaces de transformar al club de tartufos en personajes relevantes. Ahora que estamos en campaña, los bombardeos aumentan, los comentaristas rentabilizan su rol, la sociedad es tomada por asalto y la ciudadanía desprotegida ante el demencial proceso de vendernos productos que no resisten un elemental escrutinio.
Ya el periodismo comprometido parece “cosa del pasado” y los específicos exponentes que quedan parecen destinados a la “desgracia” de estar excluidos de los círculos comunicacionales porque el negocio no es rentable en la medida que los soldaditos de chulerías se sustituyen por voces cuestionadoras que afectan la rentabilidad empresarial del periódico, canal de televisión y emisoras. Además, la opulencia económica de los adheridos al ejercicio cómplice y obsequioso envía una señal al resto del modelo de conducta a seguir como garantía de alcanzar la fama y fortuna.
Estamos asaltados por comunicadores adictos a la nómina oficial, incapaces de separar su militancia de la objetividad informativa, beneficiarios de contratas, voceros de silencios a cambio de beneficios y críticos a conveniencias debido a un cuestionamiento inicial que termina en transacción indecorosa. Así los soldaditos de chulerías andan como rectores de la opinión pública, confundiendo a una parte importante de la población desconocedora de la “otra realidad”.
Nunca como antes, el ejercicio periodístico había experimentado tanta vocación por conseguir un nivel de rentabilidad indecente. Innegablemente, sectores partidarios tienen un altísimo nivel de responsabilidad en esas desviaciones que se desarrollan en la medida de que aspirantes y funcionarios pretenden controlar la opinión instalando en esas instancias al cuerpo de comunicadores adheridos a sus nóminas con la clara y específica tarea de posicionarlos políticamente.
Desconozco el punto de partida debido a toda una tradición de genuflexión donde la opinión se edificaba desde el pensamiento de intelectuales asociados a la idea de preservar la gracia del poder. Diógenes Céspedes hizo una enorme contribución en sus Cuadernos de Poética al analizar la postura de pensadores nuestros, en un trabajo titulado “Los intelectuales ante de y bajo Trujillo”. Ahí sí se entiende el drama de talentos atrapados por la divinidad de turno. En ese mismo orden, la gente de letras que se vinculó con Balaguer tenían su origen en esa tradición autoritaria asociada a las ideas conservadoras.

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