La preocupación está en pie. No es lo mismo entrenarse para la guerra que para lidiar con asuntos de orden público, prevención del delito y persecución de presuntos delincuentes; por más que los policías hayan sido fraguados con un sentido cuartelario, con rangos y algunos usos militares, los objetivos son distintos. No obstante, la decisión de transferir soldados al cuerpo del orden tiene sentido. Es como pasar a mayores responsabilidades y utilidad social a un personal bastante ocioso porque estamos en tiempo de paz y no se avizora ninguna amenaza a la integridad de la República.
Pero los agentes de origen castrense que pasen a tareas que tienen que ver con la seguridad ciudadana deben ser reeducados, aunque cabe reconocer que muchos policías tradicionales y que de viejo pertenecen a tales filas también necesitan más preparación. Hay que velar porque el empleo de armas y la inevitable participación en confrontaciones con civiles permanezcan en un comedimiento que no se exige a tropas de batalla y de ataques a líneas enemigas. El reforzamiento con guardias de las filas policiales debe ocurrir (y es oportuno que suceda) tras un riguroso y selectivo proceso de búsqueda en los cuarteles de aptitudes y perfiles sicológicos que vayan acordes con las funciones típicamente policiales y de auxiliares del Ministerio Público. Con tales precauciones la ciudadanía estaría más tranquila.
Santo Domingo con poca higiene
El ambiente de extensas zonas del Distrito Nacional se torna en deprimente. Vergonzoso. Las lluvias torrenciales de estos días desnudan de súbito a los barrios populosos. El ya deficiente, y totalmente insuficiente, servicio de recogida de basura origina miles de montículos de desechos y vertederos citadinos y cuando las aguas pluviales entran en acción, y los drenajes son un desastre, gran parte de la ciudad adquiere el peor y más insalubre de los aspectos.
¡Ya esto es demasiado! La Capital dominicana tiende cada vez más a parecer una extensión de la congestionada sabana de Duquesa, a pesar de los muchos millones de pesos que salen de los bolsillos de los contribuyentes para el propósito de que todos podamos sentir que vivimos en una urbe decente. Procede protestar enérgicamente y decirles a las autoridades correspondientes que los ciudadanos se sienten víctimas del fracaso en el manejo de la limpieza.