En situaciones en que las decisiones políticas colidían con la consideración o con la conmiseración, el doctor Joaquín Balaguer solía repetir que la política no tiene entrañas. Esa afirmación viene a cuento a propósito de la declaración de Sobeida Félix Morel de que José David Figueroa Agosto le habría entregado recursos al ingeniero Miguel Vargas Maldonado, durante la campaña electoral del 2008.
El presidente del Partido Revolucionario Dominicano respondió diciendo que no ha recibido dinero producto de actividades ilícitas y que no ha tenido trato ni vínculos con el famoso narcotraficante puertorriqueño. Esa respuesta plantea que están confrontadas la palabra de Sobeida y la de un hombre de trabajo acostumbrado a actuar dentro del marco de la ley y apegado a los principios.
Ante tal disyuntiva, y conociendo la honestidad y el proceder correcto del ingeniero Miguel Vargas, un profesional exitoso que ha sabido vivir con decoro, mis pensamientos no se desvían ni se desorientan ni se dejan corroer por la duda. Tampoco albergo en mi corazón ningún sentimiento negativo que me obnubile la mente. Por eso le reitero mi amistad y mi admiración.
No es la primera vez que el ingeniero Miguel Vargas es víctima de la calumnia. Hace algunos años, otro condenado se inventó una detracción contra él relacionada con una ciudad española llamada Marbella. Fue tan apabullante la propaganda con que el PLD quiso hacer creer esa infamia, que un dirigente perredeísta me dijo que el ingeniero Miguel Vargas no podía ir a España porque allá lo apresaban. Ese dirigente tuvo que tragarse su embuste, pues a él le consta que después de esa calumnia el presidente del PRD ha ido a España cuando menos cinco veces.
Eso significa que el ingeniero Miguel Vargas conoce el sabor amargo de la calumnia, pero también conoce la vergüenza que pasan sus detractores cuando se comprueba que han tenido que ahorcarse con su propia lengua. Además, el líder perredeísta sabe que todo aquel que incursiona con éxito en la actividad política vive expuesto a que lo juzguen con buena fe o con mala fe y está expuesto también a la crítica malsana, al escrutinio tendencioso, a la acusación mendaz.
El presidente del Partido Revolucionario Dominicano no es un bisoño en el quehacer político y sabe que la historia de la calumnia a los líderes políticos es larga. Es una industria productiva, pues constituye el arma más poderosa con que cuentan los que no tienen razón ni argumento.
Los políticos envidiosos y los mentirosos de oficio, cuya misión principal es desacreditar al PRD, tratar de destruirlo descalificando a sus líderes, han destinado grandes esfuerzos a inventar mentiras y falacias en busca de sus objetivos. El primero que tuvo que enfrentarse a la calumnia fue Juan Bosch, a quien en 1961 comenzaron a endilgarle un presunto avión y unos supuestos chinos que nunca existieron.
Algún tiempo después, trataron de empañar la buena imagen de Antonio Guzmán, atribuyéndole falsamente haber vertido leche en un río. Unos años más tarde, al doctor Salvador Jorge Blanco lo convirtieron en víctima de una acusación falsa y una condena tremendista por supuesta corrupción administrativa.
Para nadie es secreto que al doctor José Francisco Peña Gómez sus detractores se pasaron décadas calumniándolo hasta hacerle la vida imposible, y más recientemente, al ex Presidente Hipólito Mejía el senador por la provincia Peravia le inventó una calumnia que, según parece, le saldrá cara, pues está en los tribunales enfrentando cargos por difamación e injuria.
Así, han calumniado a Eligio Jáquez, a César Sánchez y a otros importantes dirigentes del PRD, incluido el ingeniero Hernani Salazar, quien logró que la Justicia condenara por mentiroso al calumniador patológico.
Lo que da pena y vergüenza es que, mostrando inmadurez y destilando odio, y tratando de aprovechar una circunstancia que les parece favorable a su interés grupal, algunos dirigentes del PRD hayan estado frotándose las manos, celebrando el perjuicio que se le ha ocasionado al ingeniero Miguel Vargas con la destemplada declaración de Sobeida. Esa actitud confirma que, ciertamente, la política no tiene entrañas.
Esos dirigentes, los mismos que hicieron de las suyas para que en las elecciones del 2010 el PRD no lograra ni una de las catorce o quince curules que pudo haber obtenido en el Senado de la República, creen que Sobeida, al apretar el gatillo de su lengua Smith & Wesson calibre 38, ha dado en el blanco que ellos tenían cuando hablaban de darle un tiro al presidente del PRD.
Afortunadamente, esa no es la mayoría en el Partido Revolucionario. Los perredeístas de buena voluntad, los que heredan la grandeza de espíritu del inmenso José Francisco Peña Gómez, le dan un voto de confianza y le extienden su solidaridad irrestricta al ingeniero Miguel Vargas, pues tienen clara conciencia de que un daño al presidente del PRD es un perjuicio multiplicado contra esa importante institución política de la democracia dominicana.