Con Puerto Rico, al igual que con Venezuela y Cuba, mantenemos lazos históricos y sentimientos de hermandad por lo que nos sentimos afectados ante situaciones como las que actualmente padece la Isla del Encanto, tras el paso devastador de los huracanes Irma y María.
Eso explica la rápida asistencia que brindamos a ese hermano país, no obstante los problemas que ocasionaron a nuestros pueblos costeros estos fenómenos naturales que afectan cíclicamente a los países de las Antillas.
En el caso de Puerto Rico, la situación es peor por el paso directo del ojo del huracán María a lo largo de su territorio, dejando una estela de muertes, destrucción e inundación que todavía padecen con el agravante de la falta de electricidad, alimentos y combustibles.
La dilatada asistencia de los EE.UU., cuyo presidente Donald Trump se presentó a la isla dos semanas después de los acontecimientos y sus pronunciamientos minimizando la gravedad de la situación, despertó sentimientos de rechazo.
Lamentó que la ayuda a Puerto Rico va a afectar el presupuesto de su nación, aunque expresó su decisión de ayudar. Ponderó la actitud del gobernador Ricardo Rosselló, quien se ha manejado diplomáticamente en medio de la crisis.
La alcaldesa de San Juan no tuvo igual suerte porque ante la dilación de la ayuda oficial de los EE.UU. se atrevió a formular severas críticas a Trump, llamando dramáticamente la atención del mundo sobre la desastrosa situación de su país.
Esperamos que estas contradicciones queden atrás y que la nación norteamericana asuma su responsabilidad frente al drama de Puerto Rico antes de que la isla quede desierta por la emigración masiva de sus pobladores.