Solidaridad contra el acoso

Solidaridad contra el acoso

La caminata -bajo lluvia- efectuada ayer por más de un centenar de periodistas en la calle El Conde es una respuesta oportuna a la ola de acoso judicial y agresiones de que son objeto comunicadores sociales en varias partes del país. La demostración debería ser el inicio de una práctica más militante y decidida de la solidaridad entre quienes tienen como profesión servir la información a la sociedad. No pretendemos que los periodistas tengan  patente para ofender impunemente a los demás, pero no cejaremos en la defensa de la libertad que deben tener para informar la verdad de los hechos.

El hecho de que disfrutemos de un país en el que se respetan las libertades públicas obedece en gran medida al trabajo de los periodistas en defensa de las prerrogativas individuales. Están arando en el mar quienes pretenden un periodismo complaciente, que solo se haga eco de lo que convenga a determinados intereses. Aún dispersos como parecen a veces, los periodistas de este país saben unirse cuando el acoso y la amenaza tratan de amilanarlos en el ejercicio de informar a la sociedad. La demostración de la calle El Conde, que no reunió a todos los que querían estar y no pudieron hacerlo por obligaciones de trabajo, debe ser asimilada por los amigos del ocultismo como una advertencia de que la libertad de expresión sería la última en sucumbir en este país.

Enseñanzas del mal tiempo

La actual  temporada ciclónica nos ha dejado muchas enseñanzas útiles. Nos ha confirmado con la práctica el criterio de que la prevención es el mejor de los remedios. A pesar de que han sido rotas nuestras marcas anteriores como territorio azotado por perturbaciones atmosféricas, el balance trágico ha sido de los más bajos. Los equipos de socorro no han tenido respiro y se han empleado a fondo para salir airosos.

En estos días un nuevo fenómeno, de origen  muy caribeño por cierto, ha estado arrojando  lluvia en  buena parte del ya saturado territorio nacional. Al menos causó la muerte de un niño  en el Este, y previamente, a su paso por Puerto Rico, había dejado  balance trágico. Es evidente que la gente de barrios en zonas peligrosas también ha aprendido a prevenir y a comprender el lenguaje de los socorristas. Son enseñanzas útiles para un país que, según parece, tendrá que lidiar con mucha frecuencia con estos sobresaltos meteorológicos.

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