Hay personas que en Navidad se ponen tan melancólicas que los lleva incluso a esconderse de las realidades, porque como decía un sacerdote hace unos días, además de los recuerdos, pérdidas o enfermedades, muchos se apenan al sentirse impotentes para dar explicaciones a las injusticias y necesidades de tanta gente con mucha fe en Dios y las tradiciones cristianas, mientras a otros con o sin la misma fe aunque pertenezcan a las mismas creencias, les sobra casi de todo.
Porque una parte importante de la humanidad ha logrado avances notables, no solo en tecnología y cosas materiales, sino en la salud pudiendo alcanzar mayor edad, sin embargo, no ha sido posible que la otra parte igualmente importantísima que compone más de la mitad de la población en países como el nuestro, hayan podido acceder a esos adelantos aumentando el abismo, o sea, las diferencias entre los que pueden y los segmentos socialmente marginados, contraviniendo la esencia misma del pensamiento cristiano que enseña y promueve justicia e igualdad.
Sobe todo para los que tienen sensibilidad, en esta época saltan a la vista con mucho más rigor esas diferencias y desigualdades entre los que tienen y los desafortunados que se desviven, brincan y saltan afanosamente tratando de llevar a sus casas, además del sustento diario, un pedazo de carne, dulces o regalitos para sus familiares.
Y aunque participen en diferentes festividades, de alguna forma se recogen espiritualmente, además de los recuerdos, pérdidas de cualquier índole o enfermedades, por la presencia de esas desigualdades que se manifiestan no muy distantes, sino incluso dentro de las mismas familias, amigos, compañeros, empleados, vecinos, a quienes se les nota el esfuerzo por llevar a sus hogares cosas que el consumismo ha establecido como reglas para que haya Navidad, muchos de ellos sin contar con los medios.
La inspiración para que a través del tiempo hayan surgido tantas composiciones musicales lindas y emotivas que forman parte de la tradición navideña, las que alguna gente disfruta y baila, otros se acongojan y hasta lloran, convirtiéndose en verdaderas expresiones de lamentos nostálgicos, amarguras o protestas, muchas de ellas frente a las desigualdades entre los que le abundan las cosas y los que les escasea casi todo.
Por tales razones, todos los que nos llamamos cristianos y festejamos las navidades, además de actuar correctamente, tenemos a mano una buena forma de recordar a quien trajo al mundo el mensaje de amor, paz y perdón, brindándole a nuestros familiares, amigos y relacionados aunque sea un poquito de tiempo como muestra de solidaridad humana, no necesariamente con regalos, sino con el pensamiento puesto en el que tanto predicó el amor al prójimo.
El mismo Jesús que junto al mensaje de amor, paz y perdón, dio latigazos y fustigó la arrogancia y la simulación, especialmente de quienes gustan sentarse en los primeros lugares, sentenciando que los últimos serán los primeros. Solidaridad y humildad, excelentes remedios para combatir la melancolía.