Solidaridad en estos tiempos

Solidaridad en estos tiempos

RAFAEL TORIBIO
Con frecuencia nos quejamos, con cierta justificación, de que en la sociedad se ha impuesto en nuestros días el «sálvese quien pueda», que representa una expresión extrema de una lamentable realidad: la primacía de un individualismo exagerado que busca a toda costa el beneficio particular, aunque sea perjudicando a los demás, incluso en asuntos que afecta su nivel de supervivencia.

Este individualismo se acompaña, en algunos casos, de exhibicionismo y, en otros, de un aislamiento individual que hace posible estar solo estando en compañía de otras personas e, incluso, «en medio de una muchedumbre».

Sin embargo, lo cierto es que, aún en estos tiempos, hay muestras de mucha solidaridad, solo que algunas nos son desconocidas y otras pueden hasta no ser interpretadas de la manera adecuada. Adelanto algunas experiencias en ese sentido.

Una forma de solidaridad profunda que puede ser mal entendida, por corresponder a una cultura muy diferente a la nuestra, es la que ocurre en las aldeas de Viet Nam cuando nace un niño. Según la tradición que me informara un amigo, el primer vestido de un recién nacido es confeccionado con los trozos de tela que los amigos del padre le hacen llegar. Para un occidental, un vestido de un niño, confeccionado de paños de telas diversas puede significar la pobreza de los padres de la criatura, y no una muestra extraordinaria de la solidaridad.

Y para demostrar que esta manera particular y especial de comportamiento humano se produce entre nosotros, y en estos tiempos, comparto este testimonio.

Después de agotar mi último período como Rector de INTEC, y pensando en la necesidad de disponer de un lugar para el descanso y la reflexión, lejos del mundanal ruido, mi esposa y yo decidimos comprar una cabaña en Jarabacoa, con mucha insistencia de algunos amigos y familiares, y la decisión ya tomada por Mu-kien al respecto.

Las manifestaciones de solidaridad empezaron con los propietarios del inmueble, quienes, además de hacer una rebaja en el precio original, incluyeron en la compra los electrodomésticos que había en la cabaña, así como el mobiliario, la vajilla y la cubertería.

Por si esto fuera poco, un amigo hizo posible que la compra se realizara solo días después de haber visto la cabaña. En esos momentos mi esposa y yo no disponíamos de la totalidad del dinero para cerrar la operación, pero este amigo nos facilitó lo que faltaba, sin premura en la devolución y sin referencia a pago alguno en concepto de interés.

Antes de comprarla, amigos y familiares nos acompañaron a verla y nos recomendaron la adquisición. Algunos nos acompañaron también al momento de la compra y luego, en una especie de «convite», un grupo de ellos nos ayudaron a acondicionarla. Con regalos y transferencias de muebles y utensilios, el sentido de armonía de Mu-kien y el cariño de los dos por algo querido y compartido, logramos ponerla en condiciones de ser un «remanso», así llamada, como da cuenta un letrero, elaborado, precisamente, por otra amiga, para disfrute propio, de amigos y familiares.

Lo anterior es sólo una muestra de la solidaridad que existe en nuestros días, pero hay muchas más, y mucho más importantes que la indicada, solo que por desconocerlas las ignoramos, no la valoramos, ni tampoco las difundimos para que sean ampliamente conocidas. Estas son algunas, muy importantes, que merecen ser conocidas, reconocidas y divulgadas.

¿No es solidaridad el cuidado de hijos por vecinos cuando los padres, especialmente la madre, sufren algún percance por el que no pueden hacerlo? También lo es el recibimiento y permanencia en el domicilio de algún familiar, por algún familiar venido del campo, «hasta que se encamine» en la ciudad. Ambas muestras de solidaridad son muy comunes en nuestra clase social más empobrecida y representa, además, una gran lección: teniendo poco, comparten lo poco que tienen.

Las remesas que envían los dominicanos y dominicanas que residen y trabajan en el exterior son también solidaridad con familiares y con el país, a pesar de provenir de «exiliados económicos». Hay que destacar que normalmente envían, no la parte del dinero que les sobra, sino aquella que les resulta, a veces, imprescindible para vivir.

Una forma de solidaridad extrema es cuando un familiar o un amigo decide donar uno de sus órganos para que le sea trasplantado al que lo necesita para poder seguir viviendo. Es desprenderse de una parte que le da vida para que otra persona, allegada en este caso, pueda tenerla también. De igual manera debe ser valorada la solidaridad que representa cuando una persona decide donar todos sus órganos cuando muera para que otras personas, en este caso desconocidas, puedan vivir.

Dentro de la solidaridad en estos tiempos hay que señalar también los aportes que hacen, de manera regular, numerosas instituciones, sobre todo algunas de carácter empresarial, financiando obras de bien social o la promoción de la cultura. Como una forma de solidaridad similar había que señalar los aportes que en tiempo y esfuerzos hacen muchas personas desde organizaciones de la sociedad civil que tienen por objetivo la promoción de la ciudadanía, la igualdad de oportunidades, el respeto a los derechos humanos, o la solución de problemas que las autoridades públicas no han podido o querido atender.

Aunque parezca extraño, también lo es, y de las más necesarias, la de los políticos de verdad, que lamentablemente son cada vez menos, que entienden la actividad política como un servicio de responsabilidad y de solidaridad con todos los ciudadanos, especialmente a favor de los que menos tienen.

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