Es probable que la aparatosidad conque el Gobierno ha manejado la ayuda destinada a las comunidades haitianas mas afectadas por el huracán Matthew, un convoy de 500 vehículos que incluye equipos, alimentos y mas de 250 trabajadores dominicanos que se quedarán para colaborar en lo que sea necesario, sea mas para consumo externo que para los propios haitianos, aunque la experiencia nos ha enseñado que por mas que hagamos por nuestros vecinos nunca será suficiente para una comunidad internacional que solo ve lo que quiere o le interesa ver. Pero ese aparatoso despliegue no es solo bulto: incluye grúas, camiones, equipos de logística como combustible, ambulancias, talleres móviles, plantas eléctricas, purificadores de agua, materiales de construcción, medicinas y la logística para establecer un campamento en Puerto Príncipe y otras tres ciudades. El gobierno haitiano, a través de su jefe de gabinete, Jean Max Bellerive, agradeció la ayuda, y reconoció que República Dominicana “está siempre solidaria con nosotros los haitianos”. ¿Qué otra cosa podía decir si la verdad es que, como buenos vecinos, siempre somos los primeros en estar ahí en cada desgracia? Siempre digo, y lo seguiré repitiendo, que a nosotros es que nos conviene contribuir a que los haitianos prosperen y se desarrollen, única manera de contener su natural desplazamiento hacia este lado de la isla empujados por la necesidad o el hambre, además de que seremos los primeros perjudicados si su precaria situación empeora y se agrava. Toda esa ayuda que estamos enviando hacia Haití no solo cumple un propósito humanitario y de solidaridad para con el vecino en desgracia, sino que responde también a una estrategia dirigida a garantizar nuestra supervivencia (si no les llevamos qué comer van a venir a buscarlo; así de simple), un derecho que no es negociable. Diga lo que diga la comunidad internacional.