La solidaridad ha sido un rasgo distintivo históricamente de los seres humanos, es el producto de la vida en sociedad, en comunidad, en tribus, la solidaridad es parte del instinto de conservación, prevalecer ante la catástrofe.
Los gestos y acciones que se desprenden de la solidaridad son tan diversos como la necesidad de ellos, ante la desgracia y la amenaza los iguales se unen para sobrevivir. La gente se conmueve ante la debilidad ajena, tiende la mano, ofrece ayuda, expresa cariño y abrigo al desvalido puede que en esas acciones resida el sentido de lo humano.
Hoy esa pulsión primaria que motiva la solidaridad al parecer se ha confundió en el auge de la banalización de la vida social y la espetacularizacion de la realidad y los hechos sociales. Cada vez es más frecuente ver gestos virtuales expresando solidaridad, entre post, imágenes y expresiones en redes sociales; que no trascienden la frontera del internet ni rompen con la frialdad de lo meramente cibernético.
Esa pulsión casi irracional que motiva a las personas a transgredir la realidad material y anteponer lo virtual. Si bien es cierto que la globalización de la internet como herramienta y las redes sociales como espacio de socialización han aportado de manera significativa y revolucionaria a la comunicación de este siglo, también hay que destacar que han profundizado y resinificado el individualismo y la espectacularización de la sociedad y la vida.
Hoy todo cabe en post de facebook, en twit, o en un pequeño video. Internet impone nuevas formas de recepción y producción de sentido en la noción, forma y contenido que se genera a partir de un hecho concreto y es expuesto a las masas. La velocidad de propagación es instantánea y antes de que se pueda analizar el contexto y el hecho en sí, se corre el riesgo de la viralización banal de lo sucedido.
Para comprender este fenómeno es necesario tomar en cuenta la instantaneidad con que se suceden los hechos y circulan las informaciones; la moda de lo viral tiene como resultado que el espectador se convierta a su vez en productor, editor y protagonista; partiendo casi siempre de lo trivial, lo efímero, la ficción realista, el escándalo, el voyerismo, el exhibicionismo y la banalidad; todos estos presentes en el proceso de producción, circulación, consumo y socialización de información; degradan la realidad y la capacidad de su comprensión. Toda vez que inciden en la profundización del modismo de ser parte de las tendencias de las redes y trending topic.
Cuando el hecho en sí o su divulgación rebasa el lumbral de la tendencia, se establecen las etiquetas de redes (hashtag), si la información o hecho entra en la clasificación de los primeros 10 tópicos en las redes sociales, justo ahí el espectáculo adquiere su mayor esplendor, se crean los marcos para fotos y las campañas virales.
Todos recordaran: yo soy Charlie (2015), #JeSuisCharlie, por el atentado al periódico Charlieebdo, #prayforparis (rezad por París) que se hizo viral tras la masacre, estos son el mejor ejemplo del espectáculo de la solidaridad virtual. A nivel local recordaremos #CarlaMasiel #EmeliPeguero ambos fruto de la indignación por la muerte y desaparición de dos niñas en casos horrorosos, pero el contraste lo hace la cantidad de videos de personas muriendo, accidentadas, violadas, masacrada y los espectadores graban o fotografían antes de ayudar.
Es entonces cuando miles de personas muestran solidaridad ante las victimas de manera virtual, podemos estar seguro que una parte de los que usan el hashtag, conocen los casos, realmente entienden la necesidad de la solidaridad. Es en la masificación cuando se banaliza el gesto inconsciente e inconsecuentemente. Esa masificación lejos de provocar cambios y promover valores promueve el morbo, justifica ser parte de la tendencia.
Satisface la necesidad individual de reconocimiento, aceptación y popularidad particular de una gran parte de quienes participan de lo viral. Parecer ser, nada tiene que ver con las víctimas o el proceso de cambio social que debe generarse para evitar la repetición de lo sucedido.
Si la acumulación de indignación y la suma de voluntades alrededor de un hecho no provoca y llama a la acción que procure un cambio en la situación de que se trate, no sirve para más que estar a la moda de lo viral del momento. La solidaridad, la indignación, el descontento, pero también el amor que se expresa en lo virtual ha de convertirse en acción social cotidiana que transforme y combata la violencia, la corrupción, los feminicidios, el abuso a menores y todos esos vicios que carcomen la vida en sociedad.
Hagamos viral la acción en el mundo material, en nuestra cotidianidad, construyamos una revolución en espiral, liberemos pequeños espacios que sumados aporten a vivir en una sociedad menos espectacular y más humana.