TAHIRA VARGAS
Hablar de la cotidianidad de los barrios es adentrarnos en lo que ocurre en el diario vivir de las personas que residen en ellos.

Al entrar a un barrio notamos una gran actividad social en las calles y los callejones. El barrio tiene vida todo el día y a todas horas. El recorrido por el barrio es un encuentro con una vida económica y social activa que inicia desde tempranas horas del día (6:00 a.m.) con la venta de café, té y frituras en las calles, los mercados y la salida de personas en búsqueda de medios de transporte para ir a trabajar.

Este carácter de vitalidad y movimiento presente en el barrio no es tan difundido, por lo que mucha gente solo percibe estos espacios como lugares impenetrables donde solo ocurren hechos delictivos y de violencia, lo que no es así. La violencia y la delincuencia en el barrio no ocupan todo el territorio ni son las actividades principales de los mismos, son actividades que se reducen a ciertas zonas de algunos barrios (no de todos).

En el barrio cotidianamente se recrean una serie de actividades donde hay una continua y constante interacción entre vecinos y vecinas, sobre todo entre las vecinas. Las personas del barrio nunca se sienten solas sino que están constantemente acompañadas por la relación continua con los/as vecinos(as).

Las mujeres en el barrio son el eje de la interacción social, pues son las que generan gran parte de las redes de apoyo y solidaridad, se ocupan de la gestión de los servicios y de buscar respuesta a las necesidades y precariedades que diariamente afectan a sus familias. Así tenemos que las mujeres, niños y niñas desde temprano en la mañana se mueven en el espacio casa-calle para realizar actividades como las siguientes: búsqueda de agua potable haciendo filas para conseguirla, compra de comida en el colmado a base del “fiao” y salida a casa de la vecina a buscar objetos prestados, entre otras.

Solidaridad en la vida del barrio.

Uno de los elementos que priman en la vida cotidiana del barrio son las manifestaciones de apoyo y solidaridad que se producen entre vecinos y vecinas. La pobreza cada vez más aguda que vive la gente del barrio no se ha convertido en un factor de explosión social porque hay un tejido social que sirve de “aguante” al suplir algunas de las deficiencias en acceso a bienes, escasez de recursos y en servicios, que no ofrece el Estado.

El apoyo y la solidaridad se expresan en el tejido social con la conformación de redes que se estructuran a partir de distintos tipos de actividades. Algunas de estas actividades son las siguientes: 

1.- Actividades domésticas. El lavado, la preparación de los alimentos y la limpieza cuenta con el apoyo entre vecinas que se manifiesta en el préstamo de objetos y de electrodomésticos, como mencionábamos anteriormente. Cuando a una vecina se le daña la licuadora o necesita un anafe, cuando se le va el gas, cuenta con los artículos de este tipo que poseen las otras vecinas para realizar sus actividades domésticas.

2.- Salud y enfermedad. El apoyo y la solidaridad en los casos de problemas de salud y enfermedad que ofrece la gente a una vecina o un vecino es muy variado. Este apoyo se muestra en:

– préstamo de medicinas o dinero para comprarlas;

– elaboración de té de hojas y raíces;

– acompañamiento al médico en casos de emergencia;

– cuidado de los niños y las niñas cuando se produce un parto o una salida de emergencia.

3.- Apoyo en casos de muerte. Cuando se muere una persona en el barrio todo el vecindario acude a apoyar la familia para suplir necesidades afectivas y de acompañamiento durante los nueve días. Igualmente se produce el apoyo económico con la recolecta en el barrio para la compra de la caja y artículos necesarios para el funeral, así como para la celebración de los 9 días. La celebración de la muerte tiene mucha trascendencia en la vida cultural de la sociedad dominicana y el barrio entra en “luto” en solidaridad con la familia afectada.