¡Sólo 4 muertos dominicanos
en nuestra separación de Haití!

¡Sólo 4 muertos dominicanos<BR data-src=https://hoy.com.do/wp-content/uploads/2007/03/84B2E32E-6F48-4E7A-BDCE-1956D1E57960.jpeg?x22434 decoding=async data-eio-rwidth=460 data-eio-rheight=268><noscript><img
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DARÍO CONTRERAS
Del 27 de febrero de 1844 hasta el 30 de marzo siguiente, apenas transcurrido treinta y dos días calendarios, nuestra república logró separarse de Haití y sostener dos grandes batallas contra las fuerzas invasoras haitianas: el 19 de marzo en Azua y el 30 de marzo en Santiago. La noche del 27 de febrero, un pequeño grupo de conjurados dominicanos, a eso de las 11 de la noche, hacen unos cuantos disparos de fusilería y dos cañonazos desde las murallas de la Puerta de la Misericordia y de la Puerta del Conde y así se inicia el proceso de separación de la República de Haití.

 Se reputa que esta primera clarinada de la insurrección dominicana sólo hubo un muerto, que resultó ser un soldado de la guarnición aduanera que no permitía el paso de los emisarios dominicanos hacia el lado este del Río Ozama, quienes tenían por misión dar a conocer a los pueblos vecinos sobre la insurrección. Sabemos que el comandante de las tropas de ocupación de la ciudad de Santo Domingo, el anciano veterano de las guerras napoleónicas, el General Desgrottes, negoció y entregó la ciudad sin disparar un sólo tiro.

En la batalla de Azua del 19 de marzo el mal armado “ejército” dominicano, superado 5 a 1 por el más profesional, mejor pertrechado y más aguerrido ejército haitiano, defendió su posición con apenas dos cañones y logró repeler los ataques del enemigo, evitando así que dicha fuerza avanzara hasta la capital de la nueva república. Los principales héroes de esta jornada bélica fueron Pedro Santana y Antonio Duvergé. Se ha reportado que tanto en Azua como durante el avance hacia esa plaza por vía de Neyba los muertos dominicanos apenas fueron dos.

El 30 de marzo la batalla se sitúa en la ciudad de Santiago contra las fuerzas invasoras haitianas del Norte comandadas por el General Pierrot, quien entra a territorio dominicano vía Dajabón, siendo dicha fuerza atacada por reducidos contingentes dominicanos en su camino hacia Santiago. La proporción de los atacantes a los defensores es similar al caso de Azua – 5 a 1 – pero las bajas haitianas en esta batalla son muchos mayores que para la batalla del 19 de marzo. En este encuentro bélico de Santiago se lucha toda la tarde de ese día y concluye con unas seiscientas bajas del lado haitiano y apenas una para el lado dominicano. A favor de los dominicanos estaba la fortificación de la ciudad y su topografía.

Si sumamos las bajas de estas tres memorables fechas de nuestra historia independentista llegamos a cuatro muertos dominicanos en lo que sería el primer año de lucha del pueblo dominicano por defender y mantener su libertad. Los haitianos continuarían luego invadiendo nuestro territorio en los años de 1845, 1849, 1855 y 1856, siendo siempre derrotados en sus intentos por anexar la parte este de la isla después de que nos declaramos independientes.

El ilustre historiador haitiano, Jean Price-Mars, en su famoso libro “La República de Haití y la República Dominicana”, ante las reducidas bajas dominicanas en este primer año de luchas entre un abigarrado y mal equipado grupo de patriotas dominicanos luchando contra fuerzas enemigas muy superiores, exclama:

“Es como para creer que las armas haitianas estuvieran cargadas únicamente con estopa y pólvora, mientras tan sólo las armas dominicanas tenían plomo y metralla. Dios es tan bondadoso; los haitianos son tan estúpidos y tan justa era la causa dominicana.”

A este respecto, Price-Mars reproduce una cita del teniente de la Armada norteamericana David D. Porter, quien informa sobre una misión a Santo Domingo en 1846:

“La Historia no ha mencionado batalla alguna en que la desproporción de las fuerzas antagónicas fuera tan grande y en que la parte más débil sufriera pérdidas. tan mínimas.

En dos grandes batallas que costaron al enemigo más de mil hombres, los dominicanos no perdieron sino tres.”

El doctor Price-Mars concluye con esta expresión: “Inquietante enigma, en verdad”.

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