Iniciamos un nuevo año escolar y deberíamos sentirnos contentos porque con el mismo crece la esperanza de una mejor sociedad, un mejor futuro promovido por el pan de la enseñanza en las futuras generaciones.
No obstante, la felicidad no es completa. La víspera encuentra a quienes reflexionamos sobre la calidad de la educación con algunas preocupaciones y retos que tenemos como nación.
Reconozco, como todo buen dominicano, que desde el gobierno central se están realizando grandes inversiones económicas producto del logro nacional del cumplimiento de la ley que otorga el 4% del PIB a la educación.
No obstante, aún tenemos cifras preocupantes, ya que las inversiones, siempre bien necesarias, hasta ahora han estado enfocadas en la infraestructura de centros educativos, guarderías infantiles, laboratorios, readecuación de miles de aulas y en la mejora salarial a los profesores y al personal administrativo del MINERD y se ha sido más tímido en el tema curricular y en la formación de nuestros docentes.
Esto se comprueba cuando vemos datos como el del Informe de Competitividad Global 2012-2013, presentado por el Foro Económico Mundial, donde participaron 144 países y República Dominicana tiene el puesto 143 en la calidad de educación básica, el puesto 142 en calidad de la enseñanza de la Matemática y la Ciencia, y el 137 en la calidad del sistema en general, nos damos cuentas de los retos que tenemos como sociedad.
Y es que las materias de transformación y de las nuevas carreras universitarias necesitan de estudiantes con alto rendimiento en las matemáticas, la lógica y las ciencias. Sin embargo, un estudiante que ingresa a nuestra universidad estatal, la UASD, tiene que realizar un programa de nivelación para nuevo ingreso por las deficiencias que arrastran los alumnos de media que ingresan a ella, perdiendo con esto tiempo valioso para avanzar en sus sueños y meta de alcanzar un título universitario y siendo nuevamente víctima de un sistema ineficiente.
No podemos hablar de revolución educativa sin mejorar la calidad curricular y sin la integración de maestros y maestras con visión moderna y actualizada, que utilicen los medios tecnológicos y el conocimiento como fuente de su programa de enseñanza.
La sociedad mira los esfuerzos económicos realizados en espacios y programas por parte del gobierno del presidente Danilo Medina, pero tenemos que hacer pleno énfasis en la parte humana del proceso, en aquella que trascienda de un profesor de aula para convertirse en un maestro de la vida de nuestros niños y niñas.
Proveer los estudiantes dominicanos de una educación de calidad es la única manera en que podemos salir de la pobreza y de aquellos males que recaen duramente sobre los más desposeídos o, como dijera en su época Evita Perón, sobre los descamisados. Solo con educación podremos cambiar el rumbo y lograr un mejor país.