Sólo de béisbol

Sólo de béisbol

Tras 14 años de negarlo constantemente, Pete Rose anunció al mundo que sí apostó al béisbol mientras era jugador y manager de Grandes Ligas.

De acuerdo a diversos reportes, Rose utilizará su autobiografía «My Prison Without Bars» («Mi Prisión Sin Barras»), que será puesta en circulación el jueves, para ratificar la confesión.

Se da como un hecho que confesar públicamente que apostó al béisbol, allanaría el camino para un perdón del comisionado Bud Selig y un inmediato ticket al Salón de la Fama de Cooperstown para Rose.

Esto es un absurdo.

El pecado de Rose fue apostar al béisbol y traicionar la confianza de sus jugadores, sus compañeros y de los aficionados. El no merece un premio por la hazaña, no importa si lo confiesa o lo sigue negando por los siglos de los siglos.

En el reporte que preparó el investigador independiente John M. Dowd en 1989 se establece claramente que Rose era un apostador empedernido, que llegó a gastar grandes sumas de dinero en el béisbol, incluyendo partidos de los Rojos de Cincinnati cuando era el manager.

Fue la investigación de Dowd que condujo al comisionado Bart A. Giamatti a expulsar a Rose de por vida del béisbol.

De acuerdo a Dowd, entre mayo y julio de 1987, Rose apostó un promedio de dos mil dólares diarios a partidos de béisbol, incluyendo los juegos que dirigía con los Rojos.

Gracias a Dios no se ha podido establecer si Rose apostó en contra de los Rojos, porque eso vendría a ser la vergüenza más grande en la historia de las Grandes Ligas.

[b]¿APOSTO EN CONTRA?[/b]

Pero siendo sinceros, es poco probable que un apostador empedernido (y Rose lo era) deje de tomar ventaja de alguna situación para satisfacer el ego de vencer a las casas de apuestas.

Es más fácil para un manager ayudar a que su equipo pierda que ayudarlo a ganar.

El pecado de Rose es sencillamente imperdonable y Selig lo sabe.

Una reinstalación de Rose sería una bofetada sin mano a todos los que siempre han cuidado la integridad del juego.

La pureza y limpieza del béisbol se irían de paseo y tendríamos que prepararnos para acusaciones de todo tipo, tal y como sucede en el boxeo después de cada pelea de campeonato.

Selig no quiere eso. El béisbol no quiere eso.

Está bien que Rose confiese públicamente su gran pecado, pero eso no lo releva de seguir pagando su culpa.

[b]CORTOS…[/b]

La gran rivalidad entre las Aguilas Cibaeñas y los Tigres del Licey supera por mucho la existente entre Yanquis y

Medias Rojas en las Grandes Ligas. A diferencia de Boston y New York, donde la rivalidad solamente es producto de la competencia de sus equipos, la batalla entre Aguilas y Tigres incluye factores sociales y territoriales. Las Aguilas son la máxima representación de una región orgullosa que históricamente ha enfrentado la concentración del poder decisiones de «la capital», hogar del Licey. Cuando Aguilas y Licey se enfrentan en el terreno, los aficionados de ambos equipos entienden que más que un partido de béisbol, lo que está en disputa es el honor, la soberanía y el orgullo de sus respectivas regiones. Por todo esto, es normal el gran interés que despiertan los enfrentamientos Licey Aguilas entre los aficionados, jugadores, directivos y periodistas de Santo Domingo y Santiago. Claro, no se puede perder la ecuanimidad y estar claro en una cosa: Aguilas y Licey juegan béisbol y no una guerra por la independencia y soberanía nacional.

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