Sólo de René en cuando

Sólo de René en cuando

POR RAMÓN TEJADA HOLGUÍN
Hay quienes gustan poner etiqueta a diestra y siniestra, quienes sostienen que saben qué es la buena literatura y qué no, pero al final del día la literatura se revela y se rebela de tal manera que sólo el tiempo -que es el mejor de los críticos literarios– dirá qué perdura y qué ha sido paja molida defendida por los grupos de mutuo alabamiento.

Las etiquetas, enmohecidas, se desprenderán del cuerpo literario quedando la obra, el texto, sólo el texto para defenderse en función de su calidad intrínseca.

No sé a quién se le ocurrió decir que René Rodríguez Soriano, escritor forjado en Constanza y la capital de la República que llegó a Miami con voz y talante propios, pertenece a la Diáspora. Hace un lustro, día más día menos, que partió de Santo Domingo de Guzmán.

Antes de etiquetar al escritor habría que responder unas cuantas preguntas para saber si existe algo como un movimiento o generación o grupo de escritores y escritoras que pueden ser agrupado bajo algo llamado “La Diáspora”: ¿Existe un “ethos” común entre escritores de la “Diáspora”? ¿Existen similitudes en su forma de abordar el objeto artístico? ¿Escriben todos y todas en el mismo idioma? ¿Hay temas, talantes, estilos, e ideas comunes? Hasta el momento quienes han hablado del tema sólo han podido establecer que los escritores y escritoras de la Diáspora comparten la condición migratoria. Pero, no es cualquier migrante: ser de la Diáspora significa haber emigrado del país hacía Estados Unidos, no importa si tienes uno o dos años viviendo en algún bucólico pueblito del sur o el centro, o si sobrevives en New York, tampoco es relevante si tenía 7, 15, 45 ó 60 años de edad. Vivir en Estados Unidos y escribir algo es ser de la Diáspora. ¿Hay un movimiento literario más amplio y abarcador en el mundo? Podría asumirse la Diáspora como un movimiento intelectual pero no hay evidencia de que sea un movimiento literario.

Digo que René no es “escritor de la Diáspora” porque cuando salió de Santo Domingo sus temas estaban ya definidos, así como su estilo y la mayoría de sus cuentos ya habían sido escritos. Es pues que él es un escritor nacido en Dominicana que vive en Miami. ¿Por qué escribo de René? Porque acaba de publicar una selección de sus cuentos, o relatos como diría nuestro amigo común Rafael García Romero. “Sólo de vez en cuando” se llama el libro. Es una colección de lo que Eduardo González Viaña, antólogo, y el propio René, entienden que es lo mejor de lo mejor de los textos narrativos de mi “enemigo cordial” Rodríguez Soriano.

LA CRITICA LITERARIA HONESTA Y SERIA HABLA DE LO QUE CONOCE A PLENITUD

En los textos de este libro hay ocasiones en que René se ve influenciado por la brevedad de la poesía -es poeta el muchacho- sus textos nos dicen que la literatura es un juego y su legitimidad le viene dada por el hedonismo de las palabras. Quizás por eso algunos de los “pone etiquetas” autonombrados críticos –qué risa- lo ubican como un cortazariano jugador. ¿Es que no han leído a ese desconocido llamado Felisberto, acaso? ¿No saben quién es García Ponce? ¿Qué decir de ese fabuloso “escribidor” Salvador Elizondo, el de la Crónica del instante? Ni hablar del Carlos Fuentes que nos estremeció hace un tiempo a ambos, o del Cabrera Infante que de manera infame se la pasó jugando con las palabras.

Cortázar parecer ser el único de los grandes jugadores que han leído algunos ese tipo de seudo críticos, en especial esos que pululan en la Internet y poseen una vasta cultura en lectura de solapas de libros y reseñas periodísticas pero no les alcanza el talento para llegar más allá que los correos de amigos y redes de “mutua celebración” metafísica. Esos que agreden el lenguaje, la sintaxis y la ortografía alevosamente, por lo cual sólo saben colocar la etiqueta de cortazariano. El René es un escritor que bebe de diversas fuentes literarias: si un mar bravío alimentó el boom Latinoamericano, René bebió de ellos y con ellos, salvando las distancias temporales, claro.

ENTRANDO EN MATERIA: RENÉ Y SUS PIRUETAS VERBALES

Malabarista de la palabra bien dicha y mejor colocada que abre puertas insospechadas: “Oí tus pasos en la escalera y me escondí apurado en las páginas de un libro, éste que tú al salir pusiste en la cartera.” Pero, no digo que sea un escritor ligero o superficial, que sólo sabe poner vocablos hermosos uno detrás de otros con ritmo y cadencia enervantes. Este joven adulto asume seriamente la idea de que la literatura es una realidad paralela que se construye para que lectores, lectoras y escritor paseen sus respectivos “yo” por realidades alternas que nos permiten sobrellevar un poco menos tensos la “realidad real” y pedestre. Dice René: “Porque él –el animalito–, es verde y tiene la cola roja y –por lo que tengo entendido–, come piedras y no puede comer otra cosa. Cosa que, de acuerdo con los últimos adelantos de la fenomenología orgánica, sería un solemne disparate”, como si quisiera decirnos que la literatura es un juego en donde lo que se dice es negado a continuación sin ningún problema.

René echa mano de su entorno para convertirlo en algo contable, no en sentido de entrada y salida de dinero, que de eso no sabe nada el pobrecito, digo contable en el sentido de narrable, de enumeración, de clasificación, de catalogar lo que ve y siente. Sus referentes -las influencias diría un “cítrico” literario- no son sólo literarios. Provienen de otras artes: la música, el cine, la plástica. Leer, por ejemplo, “Alguien vuelve a llenar la tarde de palomas” es escuchar un sólo de saxofón parado en una esquina de Milano que se parece mucho a una esquina de la Zona Colonial y quedar aturdido sin saber dónde se está. Claro, si usted ha leído al René podrá decir que ese cuento se desarrolla en Roma y que la presencia en el texto es de una orquesta de Jazz. No me importa, porque escribo sobre el ritmo, las cadencias de las palabras usadas por este narrador y no del contenido. Si me da la gana digo que es Florencia y hago uso de la autonomía que da René a sus lectores y lectoras. René no es escritor que impone su visión a nadie, ni al lector, lectora o personaje. ¿Caja de Pandora?

LA SUMA DE TODAS LAS ARTES

Hay textos que se leen como una pieza de jazz de estío mediterráneo, otros son boleros tristes y hay baladas nostálgicas. Puede ser que aparezca algún sólo de guitarra española, puede ser, pero no estoy seguro. Lo que nunca he encontrado en René es un texto que sea música caribeña de la bailable, o unos palos que recuerden nuestra herencia africana. Pensándolo bien, hay algún merenguito “apambichao” en el cual René toca la música en voz queda mientras sus lectoras y sus lectores bailan sin guardarle rencor a nadie. Quizás porque es de Constanza la música interna de sus textos tiene ese ritmo de efecto retardado. ¿Será el clima y la montaña?

En la primera parte del libro, la saga Julia, hay una sinfonía silenciosa. Julia es una mujer orquesta. Es, además, la BB, mohín hoyuelos y esos blancos dientes. ¿Qué? ¿No menciona los dientes el René? Bueno, Julia ya no le pertenece, es nuestra, es mía como lector, y a mí me gustan sus dientes. Los textos de este escritor no tienen una sola lectura, ya dije que son plurisignificantes. Cada quien aporta algo a la historia, al texto, a los personajes. No es de esos escritores que te llevan del punto A al B y dices, guao que historia, no. Si te asomas al libro de René correrás el riesgo de ser parte activa de las historias, las podrás construir y reconstruir a tu antojo, perseguirás a Julia o a Rita o a Laura por las canaletas que separan ficción y realidad. Bucearás sin escafandras por las cañerías de la ciudad sin nombre y sin límite. Hay también su poco de ballet en la última parte, pienso en Laura no sólo por los zapatos, sino por la forma de caminar, de nadar, de volar de ella. ¿Cómo hacen el amor las ballerinas?

La mujer en los textos de René es la protagonista indudable e incuestionable. Hay un enorme faro de teatro que la alumbra en el centro del escenario, y ellas no lo saben, o lo saben y se sonríen con gran picardía. ¿Notaron el cambio del singular al plural? Todas las mujeres de René son “una sola mujer”: una mujer resbaladiza incapaz de ser aprisionada por la cotidianidad de la vida de un escritor. Todas son una sola: esa que se le escapa por una rendija de la realidad real. Hay tristeza. Melancolía. Nostalgia. Saudade. Aunque parezca mentira, así es como yo, que no soy crítico literario –Dios me libre- lo percibo. Qué nadie diga que juego con ventaja porque lo conozco… ya lo dije, somos enemigos íntimos.

¿Qué decir del cine? La mezcla de todas las artes es el cine y René ha querido hacer cine en la Literatura. La voz en off, el manejo de planos paralelos, el uso de la disolvencia para pasar de una escena a otra, cambios de escenas vertiginosos como despiste para el lector que tarda en darse cuenta que la escena ha cambiado. Y sus personajes femeninos son todos una diva del cine italiano de antaño. No, nada que ver con la Anita de la “Dolce Vita” y esa fuente… Es BB la mujer que lo atormenta y se le escapa rauda y veloz en cada narración. El desencuentro con ella es grande, y lo atestigua “Alguien mueve los hilos del azar esta mañana”. Esos ojos de la Brigitte Bardot me asesinan. Pero, René es loco con los hoyuelos de Julia, las piernas de Marlene Dietrich y la voz de Blanca Rosa Gil. ¿Construye René su mujer ideal en noviembre, leyendo estos papeles y con Julia de testigo? ¿Será la novia del monstruo del doctor Frankeinstein pero en clave hermosa?

CONCLUSIÓN: BURURUN BARARAN, ¿DÓNDE ESTÁ LA REALIDAD?

Ya sé que ustedes se preguntan si está presente la realidad real y pedestre en este libro. Hay pinceladas, o quizás esa es la realidad real de él o quizás la realidad es una mujer que se ha transformado en estrella fugaz. La verdad es que no me aventuro a decir nada más, simplemente creo que ese señor vive en mundos paralelos al nuestro y sus narraciones son “un algo” que soñó mañana.

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