Es héroe y mártir. Fue combatiente decidido y uno de los más leales al coronel Caamaño durante su entrenamiento en Cuba, en la travesía a Santo Domingo y en el desembarco en playa Caracoles, a tal extremo que el líder de abril lo colocó tercero al mando por su valentía, su estabilidad emocional y el compromiso firme con sus ideales.
Caamaño lo cita reiteradas veces en su Diario por su seudónimo de Juan, demostrando en las misiones que le encargaba que era uno de sus soldados de mayor confianza.
Mario Nelson Galán Durán fue un luchador por la libertad, la igualdad y la justicia social desde antes de los 15 años de edad cuando ingresó al 14 de Junio y nunca abandonó su trayectoria revolucionaria. En la refriega de 1965 se integró con denuedo al comando de su organización y era tan niño que sus padres vinieron a buscarlo. Pero regresó poco después. “¡Yo me voy a pelear, la Patria me reclama!”, expresó y estuvo en la revuelta hasta el final.
Fue un ente conciliador, no sembraba intrigas ni alimentaba resentimientos, tampoco fue un traidor como ocurrió con otros desertores de la causa. Estudioso constante, sacrificó su pasión por la medicina y su amor al magisterio para participar en movimientos clandestinos contra el balaguerato, por lo que fue apresado siendo menor de edad.
Su familia disfrutaba de posición económica acomodada y Mario era un apuesto joven que despertaba delirios de admiración en las muchachas. Pudo tener vida holgada, convertirse en galán, sin embargo, permaneció y murió en la lucha.
Este modelo de nobleza, sacrificio y entrega solo ha sido reconocido en Jarabacoa donde lo tienen como su hijo aunque era vegano de nacimiento. Allí designaron con su nombre una de las vías principales. A nivel nacional Mario Nelson no ha recibido homenajes. Es quizá el más olvidado de los revolucionarios dominicanos y de los guerrilleros de Caracoles.
Los sobrevivientes de la expedición y otros que se entrenaron con él en Cuba publicaron sus experiencias, como Claudio Caamaño, Hamlet Hermann, Manuel Matos Moquete…Ham let escribió, además, la biografía de Eberto Lalane José. Está pendiente rescatar la vida y las acciones de Galán Durán.
Al leer los reportajes sobre el Diario de Caamaño aparecidos en Hoy, una hermana de Mario Nelson, Odelita, se animó a contar parte de la historia de ese hermano que antes de ausentarse del país, en 1967, fue a tomarse una foto que reprodujo y dejó como regalo a ella, a su otra hermana, Francina, y a su madre. Se despidió anunciando que haría un trabajo político en el sur y más tarde comenzaron a recibir en la finca de la abuela, en Jarabacoa, correspondencia que entregaba la esposa de otro revolucionario.
“Eran cartas muy personales, nunca decía dónde estaba ni qué hacía. Teníamos la idea de que serían trabajos políticos”, comunica Odelita, quien se ha ocupado de recopilar informaciones sobre Mario. En la entrevista alude frecuentemente a Claudio, el que estuvo más cerca de su hermano en la guerrilla, y lee opiniones sobre él vertidas por Hamlet y Matos Moquete.
Sabe que Mario fue de los primeros en unirse a Francis en Cuba. Aclara imprecisiones sobre su preparación escolar y universitaria.
El muchacho se graduó bachiller con honores y durante los estudios anteriores fue Meritorio y recibió como premio las estadías que se ofrecían en Boca Chica. Aunque fue maestro cuando acabó la Revolución, su objetivo era ser médico. “Mamá le mandó a hacer los trajes para que viniera a la universidad”. Se ubicó donde unos hermanos de padre en la Arzobispo Nouel esquina Duarte.
En la expedición. Los padres de Mario Nelson, Francisco Antonio Galán Concepción, comerciante, y Brunilda Antonia Durán Durán, maestra, se separaron y Mario se sintió responsable de su madre y sus hermanos. “Éramos su gran preocupación, sentía que se había ido y nos había dejado, pero mamá era una heroína, de una fortaleza tal que era como una roca para todos nosotros”.
Cuando salió en la prensa que Caamaño había llegado en una expedición no sospechaban que Mario formaba parte de ella, “para nosotros era un misterio”. Al confirmar su presencia, un diputado allegado se acercó a Brunilda ofreciéndose como emisario para si quería enviarle un mensaje diciéndole que se entregara. “No. Esa fue su decisión, no voy a hacer quedar mal a mi hijo, si decide entregarse, que lo haga, si desea morir peleando, es su decisión”, respondió la dama.
Odelita narra que “se vivieron momentos muy tensos, muy tristes, ese diputado, muy influyente, fue quien acompañó a mamá a Santo Domingo a recabar informaciones, pero no supo nada”.
El 22 de marzo de 1973, en el momento de la cena aparecieron en la noticia las fotos de él muerto, al principio hubo dudas, “pero yo de inmediato lo supe”, relata Odelita, que no se explica aún por qué apagó el televisor y pidió a sus hermanos Cristian y Nancy no decir nada.
“Claudio nos relataba que como era el comandante que quedaba vivo, le tocaba ir delante, pero Mario le decía: quédate atrás para que descanses”. En uno de esos momentos la luz de la luna iluminó la cara de Mario que se proyectó en una casita y la guardia al detectarlo lo fulminó con una lluvia de metralletas en Los Mogotes, Villa Altagracia. Los altos mandos militares de Balaguer lo sepultaron en la montaña. No valieron las gestiones de la madre para saber el destino del cadáver de su hijo. Años después Claudio, que no descansó hasta encontrarlo, lo desenterró y familiares y antropólogos lo identificaron “por la barbilla grácil y un hundimiento en el cráneo”.
Hamlet y Matos Moquete destacan que estaba entre los más capaces y leales de todos los compañeros, que fue un ejemplo de revolucionario hasta el último día de su “vida física” y que se alzó por encima de su juventud para dar un ejemplo permanente.
Mario Nelson nació en La Vega el 21 de septiembre de 1946. Cursó bachillerato en el liceo “Don Pepe Álvarez”. Se graduó a los 16 años. En 1963 ingresó a la facultad de Medicina de la Universidad de Santo Domingo y actuó como asistente médico voluntario en el hospital municipal de Jarabacoa, donde fue maestro en la escuela de Buena Vista.
Odelita lo describe “alto, delgado, atlético, gentil, bondadoso, sensible, tierno”. Era tan dulce que “muchas personas no podían creer que fuera tan aguerrido”.
La calle. “En Jarabacoa Mario no es olvidado, es un héroe”, manifiesta su hermana quien piensa que tal vez no ha recibido otros homenajes “por su discreción y la nuestra. Nunca habló sobre su persona, jamás”, exclama.
Recibió tributo póstumo de aquel municipio que designó en su honor la calle que cruza casi todo el pueblo. Pasa por un lateral del parque donde se colocó una placa de recordación con sus datos.