Sólo Leonel

Sólo Leonel

A poco de la disolución del Partido Dominicano, en julio de 1961, el presidente Joaquín Balaguer dispuso la liquidación del capital patrimonial de esa entidad política. En realidad, como habría de explicarme años después, entregó los recursos al pueblo de donde provenían. Era materialmente imposible devolver a cada aportante las cuotas descontadas de los sueldos devengados en el sector público. Habría sido un acto de injusticia que el Estado se apropiase de esos recursos. En una disposición salomónica, reembolsó el dinero a sectores populares determinados.

Entre otras iniciativas, adquirió las dos grandes líneas de vehículos del transporte, la de don Pedro Capllonch y la de Pedro Pimentel. Traspasó los carros de tal modo adquiridos, a sus conductores. Pagó por los derechos de mayoristas de la Lotería Nacional, que los amparaban para la compra de billetes y quinielas. Luego ordenó multiplicar los permisos para crear un amplio sector detallista. Compró la línea Duarte de transporte de carga menor en la capital, conformada por carretillas y motonetas. Esos vehículos –de tracción muscular y mecánica-, los entregó a quienes los alquilaban cada día.

Gracias a tales gestos, a sus recursos dialécticos y a diversas disposiciones gubernativas, estaba volviéndose el heredero universal de Rafael L. Trujillo. Pese a las casi inmediatas presiones políticas ulteriores, mi padre previó su retorno al poder. “Volverá –nos dijo a sus hijos- porque supera con mucho a sus adversarios”.

Y volvió. En 1966, elegido ya, ofreció apariencia de desinterés y se mostró distante del poder. A pocas horas del triunfo reunió a varios colaboradores. Me permití llevar a ese encuentro al padre Andrés Guerrero, un sacerdote que se entregó en cuerpo y alma a su causa. Aprovechó esta presencia, pues en un instante se dirigió a él. Todos vibramos de emoción, cuando expresó que su verdadera vocación era escribir y siempre pensó pertenecer a una orden religiosa. Y elevando el tono de voz, como para que no quedasen dudas, le preguntó al sacerdote:

-¿Me recibirá la Iglesia en una de sus órdenes, como hermano lego?

Pudo advertirse, con el paso del tiempo, que en realidad no le habló al padre Guerrero. Hablaba al Vicepresidente electo, don Francisco Augusto Lora, cuya distinguida presencia honró el encuentro. Sembraba esperanzas y abría un compás de espera. Por ello, poco a poco, pese a esta conversación, fue acentuando su control sobre el reformismo. Pronto se tornaron una misma cosa Balaguer y su estructura partidaria. Guardemos distancias entre Balaguer y el actual mandatario. No pasemos por alto, sin embargo, algunas características del Presidente Fernández. Compostura, trato interpersonal y algunos movimientos corporales, determinan la existencia de un modelo. Ese modelo no es el Presidente Juan Bosch.

Desempeños de valor simbólico advierten la presencia de otra figura a la que se busca emular. No son las palabras. Tampoco pueden esgrimirse los gestos. Un nebuloso presentimiento anima esta percepción. Tal vez no es más que eso, un simple presentimiento, pues Leonel no ha tenido que liquidar un Partido Dominicano, labrándose con ello postura de heredero. Por encima de la admitida debilidad de este argumento, sostengo que el presidente Leonel Fernández no prohijará el triunfo de ningún peledeísta.

Muy en su fuero interno, negándose si se quiere a admitir que así lo piensa, él, él mismo, sabe que ese partido gana sólo con Leonel.

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