)Sólo para administrar la crisis?

)Sólo para administrar la crisis?

Creo que el próximo Presidente de la República, el doctor Leonel Fernández, no debe permitirse limitar su nueva gestión de gobierno a ser administrador de una crisis financiera y monetaria. El debería encaminarse por otra vía, por otro esfuerzo, por otra meta. Pienso que muy bien tiene la oportunidad de, apoyándose en la profundidad de la crisis, hacer un gobierno en consonancia con las reales necesidades de los dominicanos.

Incluso, diría más, es imposible llegar a la modernización a que aspira el doctor Fernández sin pasar por la solución de las cuestiones básicas que aquí, como en cualquier otra parte del mundo, constituyen grandes obstáculos para el progreso en general.

Durante muchos años la República Dominicana ha estado almacenando un crecimiento económico real que si bien ha conseguido que un sector social importante y amplio logre mejoría y standares modernos en su nivel de vida, no ha conseguido encaminar al país como un todo por el progreso y la modernización.

Sé que más de un político, más de un académico y más de un dominicano niega este planteamiento, sin embargo uno tiene que remitirse a los hechos y a la realidad.

Porque no es que se niegue que el país ha sido exitoso en lograr que su economía crezca casi de forma permanente. Tampoco los conocidos avances en la salud y en la educación y hasta en la industrialización balagueriana. Todo eso es cierto y está ahí, como está ante nosotros un sector empresarial que ha luchado y lucha por mejorar su producción y los servicios que ofrece, crear empleos, suplir el mercado interno, exportar, importar, mejorar procesos, pagar impuestos y contribuir al progreso.

Todo eso se ha hecho Blo hemos hecho–, pero no de la forma que se irradiaria y alcanzara a todos los dominicanos. Como debía ser y como tenía que ser. El modelo balagueriano, hasta ahora el más exitoso por sus muchos años de crecimiento económico, era asimétrico, unilateral. Y eso dio paso a una sociedad asimétrica.

Toda idea de progreso que aquí quiera ponerse en marcha tiene, si quiere cosechar éxitos, que pasar por esa realidad y tratar de superarla. Porque el país tiene que darle un impulso extraordinario a la educación y a la salud. Otras áreas podrían esperar un poco más, podrían resistir programas que se ejecuten con cierta lentitud, pero la educación y la salud no.

Claro, siempre que se quiera, como lo expresan las palabras del próximo Presidente de la República, regresar al progreso y promover la modernización de la sociedad.

Pero el doctor Fernández nunca podría avanzar por ese camino si lo convierten en un simple administrador de una crisis financiera y monetaria.

La cuestión radica entonces en diseñar políticas económicas y financieras que no se concentren en la crisis, sino que pasen por ella y la trasciendan. Tarea que, comprendemos, no es fácil. Pero es posible.

Creo que la cuestión dependerá de los propósitos que tenga el doctor Fernández como Presidente de la República. Hasta donde quiera llegar. De su visión como político, del lugar que quiera ocupar en la memoria de su pueblo. Y dependerá también de su valentía política y de que tenga clara la conciencia de que fue elegido por más de dos millones de dominicanos que creyeron a su oferta política.

Balaguer hizo lo que hizo porque se apoyó en un sector político y en un sector económico que creían en su visión y en su gestión. El mismo Felipe González que ha estado aquí compartiendo su experiencia, primero hizo, en Suresne, que su partido endosara su visión política del momento que vivía España y luego llegó a acuerdos, no a consensos, con importantes fuerzas empresariales, mediáticas y sociales.

Pero Felipe González no olvidó nunca que él había sido votado por los españoles para producir el cambio que prometió en su campaña.

En otras palabras, toda visión política tiene que ser puesta en marcha para que sea tal. De lo contrario se queda en pura retórica, en agua de borrajas. Y todo político que llega al poder tiene, en democracia, que llegar a pactos o acuerdos con las fuerzas políticas, empresariales y sociales que sea necesario. Pero no a consensos y sin olvidar que el mayor acuerdo lo suscribió con sus votantes en las urnas.

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