Solo pereció la dominicana boba

Solo pereció la dominicana boba

JOSÉ B. GAUTIER
Creemos en la separación del Estado y la Iglesia como norma de convivencia pacífica de naciones civilizadas donde solo el pueblo es soberano… ¡Bendito! ¡Aleluya!

La mezcla de la política gubernamental de una nación con la religión –su soberanía puesta en duda como país libre e independiente de todo poder extranjero–, viviendo la República Dominicana en un Estado de derecho, donde todos, entre ellos la libertad de creencias religiosas y de cultos, son garantizados a la ciudadanía por la Constitución y las leyes, produce choques entre el pueblo, el gobierno y los jefes de las diferentes iglesias que ejercen su libre magisterio religioso. Si alguna Iglesia quiere participar en asuntos terrenales del gobierno, alejada de los preceptos celestiales, que forme su propio partido político con el activismo de sus obispos, sacerdotes y monjas sometiéndose al escrutinio popular a base de sufragios universales. Así es como la Iglesia y sus dirigentes, ya con representatividad como partido político electo por el pueblo podrán ser timón y guía social y opinar sobre asuntos políticos y de gobierno de esta colectividad. ¡Basta de tirar piedras escondidos detrás de sotanas!

De otra manera, como está sucediendo en muchas ocasiones donde la iglesia o cualquiera de sus miembros dirigentes opinan o participan en este país, es regresar a épocas ya superadas de la humanidad semejantes al período feudal, cuando existía una iglesia con características fundamentalistas cristianas donde el Estado era la Iglesia o estaba representada por una monarquía absoluta o un señor feudal, y en época republicana por una dictadura o tiranía de algún caudillo político y todo por mandato divino de Iglesia y poder. El mismo Cristo, según la Biblia, frente al dilema con el poder terrenal expresó, «dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

La República Dominicana históricamente, ha tenido que sufrir el embate y golpeteo de una Iglesia Católica ubicua y trascendente, que no conoce, pues no practica, lo que es vivir dentro de un sistema político democrático, representativo y civil donde prime el respeto a los derechos humanos y del ciudadano. Ella está constituida por un gobierno vertical, eclesiástico, no popular, cuyo poder emana nada menos que directamente de Dios. Por tradición y costumbre apoya el absolutismo, la dictadura, el continuismo gubernamental. No tolera la crítica ni el choque de ideas. Sus dogmas de fe son irrefutables. La Inquisición sigue siendo su Norte. Este obsoleto y absurdo modelo de ser y existir, el continuismo en lo político y la tiranía en lo social, ambos apoyados en la explotación de la pobreza y la ignorancia, son nefastas herencias religiosas que arrastra la sociedad dominicana desde la colonia con su avasalladora amalgama entre gobierno e iglesia. La doble moral, la esclavitud, la libertad. (Amigo, observa lo difícil y delicado que se cruzar la raya mezclando religión y política sin tropezar y caer en el abismo de lo incrédulo).

Sin nación, no hay Estado. Sin Estado, no hay derecho. Sin derecho, prevalece el caos. El Estado dominicano, su gobierno, tienen el derecho de defender la soberanía de la nación dominicana por cualquier medio a su alcance para evitar el caos. No hay Iglesia, llámese como quiera, que pueda dictar normas al gobierno dominicano sobre política migratoria. Mucho menos dictar cuál delincuente extranjero puede permanecer en su territorio limitando las deportaciones. La jerarquía de la Iglesia Católica aquí, en Roma o en donde sea, está en el deber de llamar la atención a sus miembros, sacerdotes y a sus organizaciones religiosas apéndices de no inmiscuirse en los asuntos políticos internos de este país. De no hacerlo se hace cómplice de esta barbarie.

Un llamado Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM), no sabemos con cuáles credenciales legales, además de otras apéndices de la Iglesia Católica en el país, así como de sacerdotes católicos nacionales y extranjeros, en contubernio con sabe Dios qué poder local o extranjero, ni a qué precio, como también de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) asociadas con actividades religiosas, están conspirando abiertamente aquí y fuera del país en contra de la nacionalidad dominicana y traman su destrucción, sin que las autoridades gubernamentales dominicanas se den por aludidas y tomen cartas de la situación creada.

Hay un proverbio que reza: «Camarón que se duerme, se lo lleva la corriente». Ya tuvimos una España boba que nos salió cara. ¿Se repetirá próximamente la hazaña de Jean Pierre Boyer cuando invadió a nombre de la República de Haití la parte Este de la isla y el día 9 de febrero de 1822 ocupó, sin la menor resistencia, sin un solo tiro, la ciudad de Santo Domingo? ¿Se oirán repetidas en el caso migratorio haitiano actual las últimas palabras de Jesús en la Cruz cuando expiraba y dijo, «Ya todo está consumado»? ¿Sólo pereció la dominicana boba que no encontró quien la defendiera!

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