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Veinte años de gobiernos peledeístas han traído a la sociedad dominicana cambios fundamentales, como son:
1) Un crecimiento económico sostenido, pero solo en beneficio de una gran minoría de jerarcas políticos y de empresarios con posiciones dominantes a nivel nacional y local.
2) La hipercentralización de estado en manos del Presidente de la República y tres o cuatro de sus funcionarios principales.
3) Nulificación de los gobiernos municipales, que reciben poco más del 2% de los ingresos nacionales, los que gastan sin orientación ni supervisión real, mientras sus poblaciones languidecen en la mayor arrabalización y precariedad de sus servicios.
4) Corrupción rampante e impunidad en todos los aspectos de la vida social.
5) Justicia ineficaz, excepto para los poderosos y en beneficio del gobierno.
6) Desnacionalización de las grandes empresas, algunas presididas solo formalmente por dominicanos y la ruina creciente de los pequeños empresarios.
7) Control del sistema electoral para garantizar la eternización del despotismo bajo un manto de la legitimidad democrática.
8) Control de los medios de comunicación a base de la publicidad pagada a la mayoría de los medios de prensa y su saturación con una propaganda bien orquestada.
9) Desempleo, subempleo y emigración masivos.
10) Deterioro progresivo de los servicios de salud, educación e higiene.
11) Endeudamiento creciente que hipoteca el futuro dominicano.
12) Desorden generalizado e incumplimiento de las normas y leyes de convivencia.
13) Inseguridad ciudadana y criminalidad en las ciudades y campos.
14) Frontera, puertos y aeropuertos permeados por inmigrantes ilegales, armas y mercancías de todo género en perjuicio de los productores.
15) Abuso de poder sistemático de autoridades civiles y militares.
16) Desorden e irrespeto generalizado a las normas elementales de convivencia civilizada.
17) Una oposición política dispersa, desordenada y sin un plan de acción coherente.
Solo la movilización de todas las fuerzas sanas del país en base a un programa de gobierno creíble para rescatar una normativa electoral, y postulando candidatos creíbles, que propicien una verdadera revolución ética y con una visión estratégica para remodelar las instituciones, no tanto en la parte “dogmática” de la Constitución actual, de los grandes principios que están contenidos en el preámbulo y sus primeros dos capítulos; sino en la parte “pragmática”, llena de ambigüedades, que permiten la manipulación política.
Es hora ya de unir ideas y esfuerzos para poder superar esta situación calamitosa, para hacer prevalecer la justicia y el avance social, antes de que la catástrofe económica y social que nos amenaza haga virtualmente imposible rescatar a la sociedad dominicana, dejando de lado las ambiciones personales y grupales que hoy mantienen divididos a los dominicanos de buena voluntad, en los que deben caber también los que participan o han participado en los gobiernos del PLD.
En México, el nuevo presidente López Obrador está tratando de hacer una revolución de base ética, no obstante, el gran deterioro moral y la criminalidad que ha predominado en esa nación hermana.
Tratemos de imitar ese ejemplo que tanto necesitamos.
Esa debe ser la consigna de la hora en este año 2019 y siguientes.