Soltar el juzgar

Soltar el juzgar

Karina Pereyra

«Juzgar no es un atributo de Dios”.

UCDM

Un curso de milagros dice que cada vez que pensamos en atacar a alguien, es como si estuviéramos sosteniendo una espada sobre la cabeza de esa persona. Sin embargo, la espada no cae sobre la persona sino sobre nosotros mismos. 

Como todo pensamiento siempre regresa a su fuente, condenar a otra persona es auto-condenarnos. Renunciar a la tendencia a juzgar puede liberarnos, si somos capaces de hacer una nueva interpretación de lo que miramos. 

El pasado es histórico y como la historia se aprende de memoria, tendemos a no re-interpretar lo ocurrido, sino repetirlo sin parar una y otra vez. Como dice el refrán: “La historia que no se mira, se repite.

La clave es:

Compromiso 

Entendimiento 

Sanación

Acción 

Rendición

Cesar es una invitación a detenernos, para comprometernos a ver lo ocurrido, entender que, al usar la percepción de los sentidos fallamos, porque éstos son limitados, sanar las heridas generadas por la culpa (al otro y a nosotros mismos), actuar desde la mirada del amor (cambio de dirección) y rendirnos en la paz que surge cuando retornamos al centro: el Yo Soy. 

El Universo no nos juzga de ninguna manera, ni juzga nada que hagamos o pidamos. Todo lo que nos ocurre es para crecer y sanar, y eso se extiende a las cosas que llamamos “malas”. Cuando juzgamos, creamos un bloqueo energético que detiene todo movimiento. La energía queda atorada hasta que logramos perdonar. 

Nada es bueno ni malo. Toda la creación es perfecta y como el Universo está al servicio de la vida, siempre nos va a ver perfectos. Por tanto, todo lo que hacemos es lo correcto y lo mejor para nosotros en cada momento.

Si no tenemos lo que deseamos es porque no lo hemos creído.

Juzgar cualquier cosa nos impide aprender todo lo que necesitamos saber sobre lo que hemos juzgado. 

Juzgar a los demás es una forma de “auto-ataque”. 

Lo que vemos en los demás -y lo juzgamos- es justamente la lección que necesitamos para sanar nuestras heridas.

No existen personas sin fe. 

La fe es un aspecto de la conciencia. 

Tenemos fe en el miedo o tenemos fe en el amor. 

Tenemos fe en el poder del mundo o tenemos fe en el poder de Dios. 

Las relaciones sanas requieren que nuestra fe esté depositada en el amor.

La única forma de darnos cuenta en manos de quien hemos puesto nuestras vidas es por los resultados. 

Siempre que amamos, la alegría llega. 

La alegría es una función del amor y el amor es la actividad del corazón. 

Esa es la clave para conocer lo que está sucediendo en nuestras vidas. 

¿Soy feliz? 

¿Estoy alegre? 

¿Siento pasión por la vida? 

Si las respuestas no son satisfactorias es porque nuestro miedo le entregó el poder a la cabeza, y la mente dividida está saboteando nuestra posibilidad de amar plenamente.

Con cada amanecer tenemos la evidencia clara de que la vida no nos enjuicia, más bien trabaja con y para nosotros. Depende de nosotros establecer nuestra conexión con ese amor presente en la Naturaleza. 

Cada cosa que experimentamos nos prepara para el siguiente paso en nuestro camino hacia el amor, así que no hay pasos buenos o malos. Cada uno es el que necesitamos en cada situación. 

Si queremos saber cuál es el camino “correcto” ¡es en el que nos encontramos ahora mismo! Cuando nos enganchamos enjuiciando cualquier cosa, agregamos una dolorosa carga a este aprendizaje.

Si juzgamos a las personas, o las situaciones, de buenas o malas, correctas o incorrectas, el Universo nos devuelve nuestra energía. 

Todo juicio es un auto-juicio. 

Más allá de lo que nos ocurre, todos tenemos la oportunidad de sentir el gozo y sentir el toque del espíritu en nuestro interior. En ocasiones, lo que parece una mala experiencia, en realidad es la oportunidad para soltar el juicio, ver lo mejor en los demás, brindar perdón y escoger de nuevo el amor.

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