Soluciones permanentes

Soluciones permanentes

El Gobierno ha acudido, como corresponde, en auxilio de los afectados por el desbordamiento del lago Enriquillo. Ahora tendrá que aplicar medicina curativa porque  en el momento oportuno se abstuvo de administrar prevención. La reparación del dique Trujillo era de reclamo permanente por los residentes en el entorno del lago. También han sido reclamadas de viejo las obras y desvíos necesarios para evitar el vertido de aguas fluviales en el lago. La prevención hubiese resultado menos costosa que la curación que debe aplicarse ahora y que incluye, además de las obras mencionadas, compensación de pérdidas y daño y reubicación de familias.

Ahora lo que procede es evaluar la situación y diseñar las mejores soluciones para asegurarnos de que el Enriquillo no continúe siendo depósito de más agua que la que resiste su hoya. Las circunstancias reclaman dos cosas fundamentales: que se apresuren las soluciones para ganarle la carrera a la época de lluvias y que las soluciones que se apliquen sean las adecuadas y tengan carácter permanente. El desbordamiento del lago no se ha producido de un día para otro; ha sido paulatino y de consecuencias previsibles. Han debido pasar varias tormentas para que se colmara la capacidad de su hoya. Daba tiempo a evitar tanto daño. De todos modos, el socorro oficial es oportuno y deberá basarse en soluciones permanentes.

Monumentos a la indolencia

Hay obras en este país que solo merecen ser calificadas como monumentos a la indolencia. La Plaza del Buhonero es una de esas obras inútiles e injustificables, que pretendió ser una solución politiquera y clientelista a un problema urbano que debió manejarse con seriedad. Se desperdiciaron RD$44 millones para desalojar los buhoneros de la avenida Duarte, y éstos siguen allí de lo más campantes.

Algo similar ocurre con el parador construido en la isleta central de la Autopista Las Américas, próximo al Aeropuerto Internacional de Las Américas. Ese capricho arquitectónico que no estaba en el proyecto original de ampliación de esa vía, jamás ha sido utilizado para nada, ni ha brindado alguna utilidad que permita resarcir parte de su altísimo costo. Así, como los dos que hemos citado, hay muchos monumentos a la indolencia, en un país en que los intereses del Estado no tienen dolientes y se los destina a  caprichos irritantes.

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