Somos todos africanos

<p>Somos todos africanos</p>

LEONARDO BOFF
Siempre que entran en crisis, las civilizaciones comienzan a mirar hacia su pasado, buscando inspiración para el futuro. Hoy estamos en el corazón de una fenomenal crisis planetaria que afecta a todas las civilizaciones. La crisis puede significar un salto hacia un estado superior de la hominización, o bien una tragedia amenazadora para toda nuestra especie. En un momento tan radical, es de mucho interés sondear nuestras raíces más antiguas y aquel comienzo seminal en que dejamos de ser primates y pasamos a ser humanos. Aquí debe haber lecciones que nos pueden ser muy útiles.

Hoy hay consenso entre los paleontólogos y antropólogos en que la aventura de la hominización se inició en África, hace cerca de siete millones de años. Se aceleró pasando por el Homo hábilis, erectus, neandertalense, hasta llegar al homo sapiens, hace cerca de cien mil años. De África, éste se propagó hacia Asia, hace sesenta mil años, hacia Europa, hace cuarenta mil años, y para las Américas, hace treinta mil años.

África no es sólo el lugar de los orígenes. Es el arquetipo primordial, el conjunto de las marcas, impresas en el alma del ser humano, presentes todavía hoy como informaciones indelebles a semejanza de aquellas inscritas en nuestro código genético. Fue en África donde el ser humano elaboró sus primeras sensaciones, donde se articularon las crecientes conexiones neuronales (cerebralización), brillaron los primeros pensamientos, se fortaleció la juvenilización (proceso semejante al de un joven que muestra plasticidad y capacidad de aprendizaje) y emergió la complejidad social que permitió el surgimiento del lenguaje y de la cultura. Hay un espíritu de África, presente en cada uno de los seres humanos.

Veo tres ejes principales del espíritu de África que pueden significar una verdadera terapia para nuestra crisis mundial.

El primero es la Madre Tierra. Dispersándose por los vastos espacios africanos, nuestros ancestros entraron en profunda comunión con la Tierra, sintiendo la interconexión que todas las cosas guardan entre sí. Siendo incluso víctimas de la explotación colonialista, los actuales africanos no han perdido el sentido materno de la Tierra, tan bien representado por la keniana Wangari, Mathai, ganadora del premio Nóbel de la Paz por plantar millones de árboles y devolver así vitalidad a la Tierra. Necesitamos reapropiarnos de este espíritu de la Tierra para salvar a Gaia, Madre nuestra y única Casa común.

El segundo eje es la matriz relacional (relational matrix al decir de los antropólogos). Los africanos usan la palabra ubuntu, que significa la fuerza que conecta a todos y forma la comunidad de los humanos. Quiero decir, yo me hago humano a través del conjunto de las conexiones con la vida, la naturaleza, los otros y lo Divino. Lo que la física cuántica y la nueva cosmología enseñan acerca de la interdependencia de todos con todos es una evidencia para el espíritu africano. A esa comunidad pertenecen los muertos. Ellos no van al cielo. Se quedan en medio del pueblo como consejeros y guardianes de las tradiciones sagradas.

El tercer eje son los rituales. Experiencias importantes de la vida personal, social y estacional son celebrados con ritos, danzas, músicas y presentaciones de máscaras, portadoras de energía cósmica. Es en los rituales donde las fuerzas negativas y positivas se equilibran y se profundiza el sentido de la vida.

Si reincorporamos el espíritu de África, la crisis no necesitará pasar a ser una tragedia.

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